El MétodoCarta desesperada de un logista"Confusão"JuguemosDura vida… Pura vidaVivir, beber y morir...en BARCELONACharlie Bravo Móvil 2, aquí Lima GolfEsas pequeñas cosas que nos hacen felices...Pájaros en la cabeza (1ª Parte): San cooperantePor fin soy algo en la vida...Desde Falcon's con amor...Días de fútbol19 Días y 500 Noches en AngolaLa maleta de un ExpatDe ahora en adelanteÍtacaNicaragua tan violentamente dulceLa espina clavadaNadie dijo que iba a ser fácilHasta pronto...Con sólo una palabra...Ten miedo de mayo porque no puede serBusca tu magia....DuetosNiño, siempre niño...El mito de la caverna : PANTA REI

18 diciembre 2007

El Método


Cinco meses, ahora sí, ya preparado para entender una de cada diez cosas de este país, uno de cada mil pensamientos de esta gente, uno de cada diez mil “éeeeeee assssssim meeeeeeeeeeesmo, sobrinho”, uno de cada cien mil “infelizmente, parece mentira mais é verdade”.

Hablemos de Angola, hablemos de afrocomunismo, de diamantes y de petróleo, de chacales despedazando a la presa, de ladrones de guante negro y de invasores de guante blanco, tan blanco como el fungi que alimenta a sus gentes; bailemos al son de la kizomba, la semba, la tarrazinha y el kuduro; hablemos de traición, infidelidades y poligamia; hablemos de los hijos bastardos; salgamos a curtir esta noche y aprendamos algo de gíria; fumemos liamba bebiendo unas vitolas y dejémonos deleitar por esa menina gostosa; admiremos los robustos embondeiros mientras bajamos Sierra de Leva hasta Praia Lucira; bañémonos en las aguas calientes de la mutipa y regresemos a casa para jantar y meternos en la cama antes de que desconecten el generador, contentos, pero aun desconcertados por lo mucho que nos falta por perceber.

Las arrugas de un rostro curtido explican más que cien libros de historia. La mirada clavada en tu cara de pula te desnuda en el acto. Pregunta, escucha, intenta entender y, sobre todo, sonríe, ríe, explota en carcajada tan pronto como vislumbres un indicio de incomprensión en su rostro. Ese es el mejor final para toda conversa.

– Tudo bem tio Jamba?.
– Obrigado. Tudo Bem. E o chefe Ruben?
– Tudo bem. Obrigado. Booo, então, bom trabalho. Até mais logo.

Portuñol del malo a cambio de clases de Umbundu para iniciados. Intercambio diario al calor de los fogones. Escucha y aprende, no en vano 63 años, doce hijos, a saber cuántos nietos, 40 años cocinando, primero para los “amos” portugueses: plas! ostión al canto, así aprenderás a hacer la sopa como me gusta, pero qué mal está el servicio, a dónde vamos a ir a parar oye; después doce más para los cruzados humanitarios, cuidando a unos debiluchos de las diarreas y la malaria, buena dieta contra las hordas de bacterias. Resultado: tortilla de patata, pasta al dente, canelones de la abuela y pollo al curry. Sólo la paella falta, pero tiempo al tiempo, que aquí no hay jubilación, ni viajes del INSERSO a Benidorm en febrero, ni fondos de pensión que cotizan en Yenes. Eso sí, quizás esta noche, o mañana, intente aumentar la familia. A falta de televisión... buenas son las familias numerosas.

Escucha, aprende, intenta entender.
Sonríe, ríe, explota en carcajada si hace falta,
pero vuelve a la carga más tarde.

No hay otro método.
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06 diciembre 2007

Carta desesperada de un logista


Lubango, 3 de diciembre de 2007


Queridos Vicente, Gabriel y Nadia,

Desde tierras lubanguesas os transmito una breve pero importante información que espero toméis en consideración, si más no, en nombre de los valores humanitarios que mueven vuestra acción… y más que nada para no tener que recordaros el código ético que firmasteis en su día.

Sólo quiero que sepáis que durante vuestro periplo alrededor de Huíla, y ahora en dirección a Chipindo, os acompaña alguien muy especial para mí. Nada tendría de especial si no fuera por el estado de desolación y soledad en el que ha quedado sumida mi vida tras su marcha, una marcha, por otro lado, muy meditada a la luz de la luna durante inolvidables noches de conversa y conocimiento mutuo.

Sólo os pediría un favor que no dudo me concederéis. De entrada, quiero que no la juzguéis por su aspecto. Sé de buen grado la apariencia de dejadez, suciedad y maltrato que a simple vista se le puede detectar. No obstante -y eso no se lo expliquéis a ella, por favor os lo pido-, quiero que sepáis que ha tenido una vida muy dura y para nada fácil, una vida que otras muchas como ella no habrían soportado ni siquiera una milésima parte. Ella supo sobrevivir y reponerse a los golpes que la vida te suele dar en estas latitudes.

La vida en Angola no es fácil, como ya sabéis, y menos en el mato. Lo último que querría es que la hicierais sentir culpable por haber yacido en tantos lechos, por haber pasado por tantas manos, por haber colmado los deseos más oscuros de tantos y tantos desconocidos. Ni de lejos fue culpa suya sino del simple y trivial hecho que cada uno de nosotros estamos condicionados por nuestra procedencia social, si bien no determinados. Ella nació en el seno de una familia muy dada a la criminal e inhumana tradición de vender a sus hijas al mejor postor. Cuando su dueño moría o simplemente se iba con otra más joven y más moderna, su familia la vendía a otro nuevo maltratador. Esa ha sido su historia y seguirá siendo su sino.

Sólo os digo que su marcha no fue fácil para ninguno de los dos; para a ella por tener que abandonar la seguridad que habíamos conseguido construir entre los dos en tan poco tiempo; para mí porque es la niña de mis ojos, la pequeña que he estado mimando y cuidando y de la que he estado reparando su maltrecho corazón con todo mi ahínco -poniendo todo el amor que aun me quedaba en la recámara, para restaurar su virginidad y hacer relucir de nuevo sus ojitos negros- cual Gepetto con su Pinocho de plástico, que no de madera.

Para acabar, recalcar sus dotes y cualidades inigualables que, una vez más os recuerdo, no se corresponden ni de lejos con el deplorable aspecto que presenta. Por todo ello, espero que cuidéis de mi pequeña computadora IBM modelo Think Pad –ahora del proyecto PEARSA Chipindo-, de mi “Negrita”, como la solía llamar yo en la intimidad, tal y como ella se merece. Sólo tenéis que pedirle con educación y paciencia todo lo que queráis y ella os dará todo lo mejor de sí. Os lo prometo.

Recibid un cálido abrazo desde Lubango,

Firmado: el Gepetto de Lubango
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01 noviembre 2007

"Confusão"

Uno, dos, tres...trece, catorce y quince!! Quince!!! Quince petroleros anclados en la bahía de Luanda, quince monstruos sedientos del néctar negruzco y viscoso esperando su turno para chupar de la teta hasta agrietarla.

Dando vueltas en círculo el avión pierde altura sobre Luanda.

Tres meses después vuelvo a posar mi mirada sobre este rompecabezas. Nunca un rompecabezas fue tan difícil de acabar. Cientos, miles, cientos de miles de piezas esparcidas por el suelo. La confusão se ha apoderado del orden, lo ha reducido hasta inmovilizarlo, anularlo, hasta instaurar su cruel -y dulce- reinado. Miles de chapas de zinc delatan vida allá abajo. Combinaciones imposibles se repiten en cientos de Kms. a la redonda. Unas casas se arremolinan junto a las otras, las absorben, las empujan, se cuelan unas dentro de otras, se apartan para abrirse paso, se atropellan, luchan por un mínimo de espacio vital. Aun no se han dado cuenta que el océano las espera ahí abajo. Los acantilados son el único límite a esta confusão, aunque si uno se fija bien puede darse cuenta de que éstos dejaron de serlo hace mucho, de que debieron de ser aterradores anos atrás, justo antes de que montanas de escombros y basura crearan una pendiente que se extiende hasta casi tocar el agua, amortiguando cualquier caída, descenso o intento de suicidio.

Y entre todas esas piezas de rompecabeza, arterias imaginarias sirven para transportar el poco oxígeno que queda en la ciudad. Imaginarias porque no existen límites, sólo un torrente de tierra roja que choca una y otra vez con los precarios muros de las casas que se empenan en encauzarlo, aunque sólo sea por un instante. Nada es permanente en Luanda. Cientos de candongueiros azules transportan el oxígeno de un lado a otro mientras, paradójicamente, liberan en el aire toneladas de dióxido de carbono. Casi sin parar, los candongueiros escupen a la gente y engullen más para proseguir su alocado camino. Ya desde el cielo uno puede presentir el aire plomizo de la capital, la locura del tráfico, el ambiente enganchoso que ralentiza tus movimientos, que te obliga a bajar el ritmo, simplemente, para no asfixiarte.

Luanda es confusão, pero afortunadamente sólo voy a permanecer aquí un día y poco. Manana recuento de petroleros desde el avión a Windhoek, Namibia. De ahí, casi tres mil Kms. en coche -y valga decirlo, por la derecha- cruzando a Bostwana y luego a Zambia, hasta las Cataratas Victoria cruzando el delta del Okavango. Diez días para aparcar la confusão.

Dejo atrás esta cueva de la oficina de logística y este monumento tan feo al fundador de la patria, Agostinho Neto, con inconfundibles tintes afrocomunistas. El aire fresco me espera ahí fuera...
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04 octubre 2007

Juguemos


Juguemos a imaginar.

Imaginemos que jugamos a ser algo que en realidad no somos.

Imaginemos un país desangrado por treinta años de guerra.

Imaginemos a los niños jugando a imaginar que son soldados, de bandos opuestos, con AK-46 de madera, granadas de granito y minas antitanque de hojalata.

Ahora imaginemos que jugamos a ser cooperantes en la tierra prometida. Imaginemos al rey negro gobernando con el cetro de diamantes, a golpe de expolio, sentado en su trono de oro negro, tan negro como él.

Juguemos a espiar al bufón de la corte. Imaginémoslo ejecutando un número de malabares de máxima dificultad que él mismo ha bautizado con el nombre de “el expatriadito”. En una mano una bola en la que se puede leer escrito a lápiz “Ayuda Oficial al Desarrollo”, en la otra mil quinientos beneficiarios apretujados en un puño. La dificultad aumenta cuando al pasarse una pelota de una mano a la otra lanza al aire una tercera, una de oro negro y macizo.

Imaginemos que el malabar es hábil, que el movimiento de manos es rápido y limpio, coordinado y acompasado. Entonces, el número luce, embelesa al gentío, adormece conciencias. Sin embargo, y a pesar de su destreza, la magia dura poco, la bola de oro pesa demasiado, desequilibra la mano izquierda del bufón y se van al traste beneficiarios, AOD y bufón incluido.

Por último, imaginemos a una corte que rodeando al bufón lo mira absorta. Allí se puede distinguir entre la multitud agolpada a los voluntarios, a los religiosos, a los iluminados, a los profesionales, a los perdidos, a los mercenarios, a los temporales, a los indefinidos, a los recién llegados, a los más experimentados, a los que resisten, a los que desisten, a los mejor equipados, a los desamparados, a los Boy Scout, pero de entre todos ellos –y uno no ha de esforzarse mucho para verlos- destacan los más peligrosos, los que más chillan, los que más ruido hacen, los que más alborotan, aquellos que sólo aplauden para que los demás vean que están allí, los que buscan la palmadita en la espalda, los que buscan entrar en el santoral, los se creen más fuertes y más nobles que los demás: son los que juegan a ser cooperantes disfrazados de aventureros. Esos son los más peligrosos, son los ratones que se comen el queso cuando la luz de la nevera se apaga y la puerta se cierra. Los roedores que salen de su madriguera con nocturnidad y se creen muy valientes, pero que gozan de lo robado ya de vuelta, ya en la seguridad de su agujero, ya sanos y salvos.

El juego de la espiritualidad, ese, se juega con otro tablero y otras fichas, sin bufón, sin rey negro y sin público. En ese juego el roedor puede que gane alguna de las partidas, pero en éste, al que aquí y ahora jugamos, el ratón es simplemente eso, un mal jugador disfrazado de aventurero.
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28 septiembre 2007

Dura vida… Pura vida

Martín solía jugar a desdoblar su personalidad y a que una de ellas se colase subrepticiamente en lo más profundo de su ser para sorprender a su otro yo, a él mismo, pensando: pero cómo eres tan altruista y valiente, dejas todo lo conocido para lanzarte a la aventura africana durante, nada más y nada menos, tres años, dejas atrás a todo tu entorno, tu vida cómoda y fácil de occidental para abocarte a la permanente incertidumbre y, encima, todo ello por un objetivo filantrópico y de amor al prójimo. Martín, le repetía su propio yo una y otra vez, no te reconozco, en serio, quedémonos aquí, permanezcamos al lado de los nuestros, olvidemos las aspiraciones universales, olvidémonos de la búsqueda del absoluto, del sentimiento humanista conferido por el servilismo hacia un objetivo superior, de querer dejar nuestra huella en este mundo, pasemos de puntillas por él, sin heroísmos, dejémonos llevar por el individualismo subyugante de nuestra sociedad que, al fin y al cabo, es lo único que siempre hemos conocido, nadie podrá culparnos por ello, abandonémonos al envilecimiento de los placeres que nos proporciona una ciudad como ésta, unámonos a los epicúreos cosmopolitas, a los hedonistas nocturnos, hagamos uso de la ciudad hasta marchitarla, no estamos obligados a más, no lo necesitamos, nadie puede reclamarnos que hagamos más, dejémoslo correr, hazme caso, vivamos la pura vida.

A veces Martín se sorprendía a él mismo recordando con satisfacción los golpecitos en la espalda que recibía de todos aquellos de los que se despidió antes de su viaje iniciático. Iba sintiendo las palmaditas cargadas de cariño, pero también de admiración y de ánimos. Agradecido se retiraba a su cuartucho de alquiler en el barrio de Sants, cual púgil antes de subir al cuadrilátero. Se mentalizaba sobre lo que se iba a encontrar en unos días, ya no había marcha atrás, había perdido su propia batalla.

Ya Martín empezó a sospechar algo tan pronto como posó sus pies en la tierra rojiza de la capital de aquel país africano. Algo fallaba, pues nada más aterrizar recibió una certera bofetada de los epicúreos exiliados allende las fronteras: baile, alcohol, comida en abundancia… empezaba a desconfiar de aquella gente. Y si su otro yo tenía realmente razón? Y si debería de haberse dejado a las comodidades y placeres de la vida de siempre? Las condiciones necesarias para la ascensión al reino de los mártires, para la sublimación de su alma altruista, para erigirse en un filántropo asceta digno de admiración, ninguna de ellas, se estaban dando, más bien al contrario.

Por aquel entonces Martín empezó a dudar muy seriamente del misticismo que debía rodear a aquel viaje cuando, de repente y sin esperarlo, empeoró aun más la situación al verla por primera vez. Las pulsiones más primarias arrinconaron a sus aspiraciones contemplativas en un instante. La cosa se agravó aun más cuando apareció M. Ya la cosa se empezaba a poner realmente fea, sus pulsiones se arremolinaban y cegaban su entendimiento. Fue después de ampliar su agenda social, de incluir en sus rondas nocturnas cada vez más bares, de disfrutar de barbacoas a orillas del Atlántico, después de cálidas veladas bañadas en cerveza y vino, de jadeos a media noche, de mañanas de domingo con sábanas pegadas hasta bien entrado el mediodía, de la televisión por satélite con más de sesenta canales, de los computadores portátiles de última generación, de los reproductores de música digitales, de los sábados de piscina en el Lodge Casper, de represión de impulsos con una y salvajismo en la liberación en la otra, de noches de grass y risas… cuando empezó a darse realmente por vencido. No se podía luchar contra el poder de Epicuro, ni siquiera en las profundidades de aquel país africano.

Martín había imaginado un viaje a la búsqueda de su propio Señor Kurtz y, por el contrario, se había topado con el Ignatius Railly más devastador.

Fue pensando en todo aquello que Martín soltó una sonora carcajada. Justo después se abandonó a la dura vida de aquellas latitudes.
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22 septiembre 2007

Vivir, beber y morir...en BARCELONA

EEEEEEEp, Felices Fiestas de la Mercé a todos y todas!!!!

Y felicidades para ti mama, por tu santo!!!

Espero que os estéis emborrachando a mi salud, y que no os perdáis ningún concierto. Con un poco de suerte os lloverá como cada ano y dos de cada tres conciertos se suspenderán, pero ahí confío en vuestra experiencia y capacidad de reacción para superar ese mal trago, el que, como ya sabéis, se quita con un par de tragos más, de birra del paqui.

Y hablando de paquis, se les echa de menos aquí en Angola. Creo que en Barcelona deberían declararlos patrimonio de la ciudad. Ya no se pueden entender el Rabal ni las Fiestas de la Mercé sin sus paquis vendiendo Estrealla Damm o, en su defecto, Birra del Lidl.

Por cierto, sois todos una colla de rancios, nadie se ha dignado a enviarme el programa de este ano. Es que a nadie se le ha ocurrido pensar que quizás quisiera ir al Piromusical, eh, eh? En fin, qué se puede esperar de una población beoda y sedienta de fiestas populares.

Salut a tots i a totes companys!!! Y mucha agua para la resaca.

Para un acceso de melancolía lo mejor una fotito de las Rabal's evenings a lomos de mi pequena de dos ruedas.
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13 septiembre 2007

Charlie Bravo Móvil 2, aquí Lima Golf

…sonaba una y otra vez en la radio del Land Cruiser. Era domingo y me había levantado contento, más cerca de Brasil y de Porto Alegre que de Angola. Costó poner los pies en el suelo, pero para mí la semana empezaba ya. Me esperaban cuatro intensos días en Chicomba, tocaba impartir el curso de conducción para los motoristas de todas las bases. De camino a Chicomba, primer contratiempo, vuelta a Lubango para recoger a la administradora que volvía para Luanda y se había quedado tirada con la pick-up dirección al aeropuerto. Empezábamos bien el día. Las diez y el trabajo se acumulaba. Reorganización de los vehículos y reajuste del plan de movimientos del día. Una vez seguro de que Carmen estaba en la sala de embarque sana y salva, vuelta al coche y para Chicomba. Cuatro horas de viaje con Joaquim, Teodoro y Eugenio, los motoristas de Lima Golf.
-Charlie Bravo Móvil 2, Lima Golf, me recibe?
-Lima Golf, Charlie Bravo Móvil 2. Te recibo 5x5, 5x5. Estamos llegando al punto 15. Confirma copia. Cambio.
- Bem copiado, bem copiado. Punto 15, punto 15.

Tarde y noche en CB con (de izquierda a derecha) Teodoro, Joaquim, Diniz, Manel, Tío Luciano y Tío Samuel. La base es demasiado aburrida una vez la telenovela ha acabado. A las siete toca la telenovela mexicana de turno “La madrastra” –es para cagarse en lo mala que es, y es que con ese título uno no puede esperar gran cosa- y tras un breve descanso, a las nueve, la brasileña “Pasión Tropical” –bueno, ésta es un poco más pasable, pero también tiene delito-. Acaba la telenovela y al bar. Cae una cerveza detrás de otra, esta gente es una máquina de beber, pero aguanto el ritmo como un machote. Llevo un día oyendo únicamente batallitas sobre averías mecánicas, sobre comparaciones entre vehículos, sobre las hazañas de cada uno en carretera, historias de cuando consiguieron pasar por aquel agujero mientras tres 4x4 se habían quedado encallados, la descripción de cada agujero en la vía, la historia de cada curva, reparaciones… -Sí, sí Manel, es verdad, yo también creo que hay que distribuir mejor la carga para no romper el diferencial delantero de la Hard-top. Joder, a ver quién le dice que yo tengo un maldito Ford Fiesta 1600, que encima es de mi madre, que cuando me quedo tirado simplemente llamo al RACC y pago la factura del mecánico -bueno, la paga mi madre que para eso el coche es suyo- y que sólo he conducido un 4x4 cinco veces en mi vida.

El lunes, teoría sobre mantenimiento de vehículos, diferentes tipos de conducción, etc. A la noche, durante la cena, debate sobre el futuro de Angola. Por fin oigo hablar a unos angolanos de lo que realmente piensan de su país. Me parto la caja con esta gente: Teodoro el cuenta cuentos, Joaquim Don alitosis nohayquienteentiendamachoasíquehablamásdespaciojoder, Diniz el filósofo ligón, Manel el cabecilla fuerte como un baobab, Tío Luciano el bailarín y Tío Samuel el rebelde. Cada uno de ellos daría para escribir un libro: que si a uno le explotó una granada y le entró metralla, que si al otro le dispararon en la pierna, que si el camión donde viaja el uno pisó una mina, que si el coche del otro…

El martes, clase práctica de conducción. Nos vamos en busca de un río que en la época de lluvias es un mar. Ahora el agua llega hasta la mitad del coche, dentro de tres meses llegará hasta un palmo por debajo del techo del coche; será como estar en una pecera. Practicamos un poco con el 4x4, con los sistemas para desencallar los coches y vuelta a la base. Cenita y bar otra vez. Ahora doy gracias de haber tenido mi SEAT 127, mi Peugeot 309 y, por supuesto, la Derbi Vamos!! Mis horas de mecánico de pegatina han servido para confeccionar un par de historias más o menos creíbles, con la consistencia adecuada para mantener su respeto. En fin, el miércoles un poco más de trabajo con ellos y vuelta para Lima Golf hoy jueves. Cuatro días bastante curiosos. Dos meses más y seré capaz de arreglar una suspensión con una goma del pelo y un diferencial con un palillo de dientes.

Palabra nueva de la semana: careca (calvo). Sólo hay que mirar la foto… Mañana directito a comprarme un crecepelo.
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06 septiembre 2007

Esas pequeñas cosas que nos hacen felices...


Y siguiendo con mi acceso de pragmatismo, un rayo de misticismo puro, casi ascético.

Esas pequeñas cosas que nos hacen felices...

Así son ellas, tan imperceptibles, tan modestas, tan triviales, que a menudo pasan de puntillas ante nosotros sin hacer ruido, casi sin levantar polvo. Pero yo, hoy, en la lucidez de una mañana de viernes, he conseguido percibir una, aprehenderla, atraparla en mi reflexión, envolverla en un manto de agradecimiento para que sepa que ésta es su casa, que puede volver cuando quiera, que la esperaré con los brazos abiertos, ansioso de verla aparecer por la puerta.

Pues bien, esa cosita en cuestión, Ella, tan blanca e inmaculada ella, tan relucientes sus destellos que sientan como una buena sopa caliente en pleno mes de enero... pero ya está bien de echarle piropos, que de la modestia a la soberbia sólo hay un paso. Vayamos al momento justo en que apareció en mi vida. Fue justo dos días atrás, había cenado yo la noche anterior un buen plato de choricitos angoleños que Tío Jamba preparó con todo su ahínco. Para acompañar una ensalada y papas fritas, como siempre. La cuestión es que a la mañana siguiente, desayuno compuesto de tostaditas con mermelada y unas dos buenas tazas de café, tras lo cual una buena jornada de trabajo por delante.

Fue a eso de las diez de la mañana cuando el cielo –bueno, y algo más también- se abrió ante mí. Tuve que abrir la puerta a trompicones, se mascaba la tragedia y se adivinaba la debacle cuando, de pronto, un salvavidas lanzado desde un departamento de logística inmejorablemente coordinado, una bocanada de aire fresco para alguien que vuelve del presidio, como era mi caso... sólo bajar la tapa, ladear ligeramente la cabeza y levantar la mirada hacia el alto techo –o quizás hacia las más altas esferas, no estoy seguro- y zas. El nirvana. El Sweet Lullaby de Deep Forest susurrado al oído. Tan sólo calma.

Sabiéndome arropado por Ella, sintiéndome seguro de su virginidad y castidad, nada importaban los salpicones húmedos que sentía saltaban hacia mis posaderas, intentando alcanzarme justo en la entrada de mi túnel mejor defendido por mi bien hallado Bosque Encantado. El éxtasis estaba tan cerca -por fin, después de mucho tiempo, podía disponer en mi lugar de trabajo de un lugar íntimo y personal de reflexión - que casi tuve que ahogar un gemido que jugueteaba en mi garganta, ajeno al peligro al que me hubiera expuesto de haber asomado su cabeza. Hacía dos años que mi nuevo trabajo me había privado de tal derecho. Mi productividad se había visto resentida al verme abocado yo a vagar por la oficina, restaurantes y bares adyacentes en busca de un retiro a la altura de mis necesidades espirituales. Viéndome privado de un espacio en el que poder dar rienda suelta a mi tan desarrollado sentido de crítica social me había ido reconcomiendo poco a poco, y sin que yo me hubiese dado cuenta, la más insulsa pero peligrosa epidemia del aburguesamiento acrítico y acomodaticio. Mi sociopatía había disminuido proporcionalmente al aumento de mi aletargamiento. Las cosas no podían seguir así. Algo tenía que cambiar.

Desde las máximas de los filósofos presocráticos hasta el funcionalismo social weberiano, pasando por el estoicismo romano de Séneca y sus coetáneos, fui desgranando el verdadero sentido de la vida. El parapeto levantado por el ruido del generador funcionando a todo gas daba cobertura a mi Luftwaffe, que bombardeaba sin descanso las posiciones enemigas, alcanzando una y otra vez la línea de flotación de sus destructores en retaguardia. Mis efluvios eran disipados por el hedor a gasoil inyectado por la batería defensiva tierra-aire del generador enemigo, ignorante éste de que lejos de alcanzar su objetivo de atontarme utilizábalo yo como cortina de humo para lanzar mis emboscadas más salvajes contra sus hordas asesinas de bacterias y parásitos. Era feliz en el campo de batalla. Estaba ganando la guerra y cada vez era más consciente de ello, lo que aumentaba aun más el efecto placentero del sufrimiento ajeno y permitía darme el lujo de mirar con aires de superioridad a una cucaracha que trepaba por la pared, huyendo de la destrucción imperante en toda la zona. Me habían servido la victoria en bandeja de plata y no estaba dispuesto a dejar de degustar ni por un segundo su dulce sabor. Las bajas enemigas se contaban por miles, caían por doquier, no había escapatoria para ellas, tampoco derecho a rendición. Entonces di la orden cual César a sus legiones: no habrá prisioneros, no habrá armisticio, victoria o muerte.

Finalmente, tras agotar toda mi munición levantéme y dispúseme a salir victorioso hacia mi despacho, seguro de que el enemigo no podría seguirme el rastro, simplemente, porque la sección de zapadores había minado los puentes y carreteras de retaguardia. Ya nadie podría encontrar ninguna prueba inculpadora, nadie podía acusarme de crímenes de lesa humanidad. Salía impune de diez minutos de guerra, pero también de un periplo introspectivo sin precedentes, seguramente, en el seno de esta organización humanitaria. Salía mejor persona y más consciente de la realidad que me rodea de lo que en dos años había podido ser, simplemente porque la alienación del sistema capitalista es capaz de llegar hasta tamaño salvajismo, hasta tan extrema crueldad, que puede darse el lujo de podernos negar a cada uno de nosotros tan sólo dos metros cuadrados al día para el recogimiento y descubrimiento personales. Es que acaso es mucho pedir dos metros cuadrados y diez minutos para uno en una jornada de ocho horas? Es que acaso hemos perdido la poca humanidad que nos quedaba? Hacia dónde diablos vamos? Qué queda de ese humanitarismo tan aclamado por los medios de incomunicación de masas? Mucho nos queda aun por aprender en el Norte de otras sociedades –erróneamente denominadas- subdesarrolladas, como Angola. Este país tiene un futuro esperanzador, y hace dos días tuve la suerte de ser testigo directo de ello.

Quizás algunos puedan pensar que esta reflexión realizada en horas de trabajo sea una pérdida de tiempo, pero a todos esos yo les digo: cuando vayáis de puntitas al lavabo sólo cuando creáis que nadie os mira, cuando os tiemblen las piernas por no poder sentaros en la taza, cuando tengáis que apoyaros en la pared para ladear vuestras posaderas y evitar salpicaduras incómodas, cuando tengáis que apretar las nalgas para luchar contra los gritos del silencio, cuando estéis sufriendo por el ruido que hace el ambientador de spray –totalmente inútil, por otro lado-, cuando estéis temerosos de que alguien haya podido veros al entrar y sea consciente de vuestra salida cinco minutos después; cuando os ocurra todo eso, pensad en mi rostro de Mariscal victorioso, pensad en la suerte que tengo por poder trabajar en el sector humanitario, pensad entonces, y sólo entonces, en lo desgraciados que podéis llegar a ser si no valoráis esas pequeñas cosas que diariamente nos hacen tan felices. Ella fue, esa pequeña cosa.
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Pájaros en la cabeza (1ª Parte): San cooperante

El próximo día 8 de septiembre es el "día del cooperante", San Cooperante, vamos. A muchos tendrían que sacarles los pájaros de la cabeza a golpe de pragmatismo. Poco queda ya del romanticismo que envolvía antano a la figura del cooperante/humanitario. Desde Angola, al igual que desde Espana la Asociación Espanola de Cooperantes está creando debate sobre esta figura. Ahí va un artículo de Jordi Raich que habla un poco sobre el tema. Con razón en algunas cosas menos acertado en otras, pero siempre manteniendo el espíritu crítico que debe caracterizar a una forma de vida más de entre las muchas que hay, una elección personal como otra cualquiera, nada más. El romanticismo acaba donde empieza un trabajo bien hecho, el resto, eso, es la vida, tal y como podría transcurrir en cualquier otra parte del mundo. Por cierto, no me felicitéis que mi santo fue el cuatro de agosto.



A finales de abril del año anterior, el consejo de ministros fijó el 8 de septiembre como Día del Cooperante. Semejante despropósito representa la culminación del proceso de beatificación del cooperante, ese Robin Hood moderno que usa el dinero de los ricos para ayudar a los pobres, ese Quijote del siglo XXI que ha substituido los gigantes de La Mancha por guerras en África y el código de caballería por el credo solidario.
La creación del 'Día de San Cooperante' permite a la administración y a las ONG consolidar un nuevo superhéroe social, un modelo alternativo que esgrime la solidaridad para competir con los valores estrella de la narcisista sociedad occidental: belleza, fama y dinero, encarnados por otros superhéroes: top models, actores y futbolistas.
Que nadie se lleve a error. Promocionar la solidaridad y la generosidad es loable y necesario, pero establecer un Día del Cooperante para ensalzar su abnegación, recordar a los 'caídos en combate' y convertirlo en la voz de nuestra conciencia es la respuesta equivocada a la pregunta correcta. Hacer del cooperante el icono moral de nuestros días degrada la solidaridad como valor, menosprecia al ciudadano y desvía la atención de las cuestiones importantes.
El uso de la solidaridad como abrillantador de imagen no es nuevo, basta comprobar la profusión de celebridades que apadrinan niños, crean fundaciones, donan millones para construir escuelas y, por supuesto, lo proclaman a los cuatro vientos. Tampoco es novedad el aura de santidad que protege a los cooperantes, a pesar de que entre ellos hay muchos incompetentes al frente de programas de ayuda desastrosos, que sirven a las órdenes de los intereses nacionales de su gobierno, o que dirigen una ONG fantasma. Pero necesitamos creer que aún quedan ocupaciones no guiadas por los beneficios donde se afanan seres altruistas y con principios. Para no decepcionarnos, protegemos a los cooperantes con una coraza de hipocresía colectiva que les coloca más allá del bien y del mal y repele cualquier crítica en aras de 'objetivos superiores': socorrer al hambriento, dar cobijo al desamparado...
Por supuesto que hay infinidad de cooperantes que realizan una tarea extraordinaria. Pero no son unos santos, sino personas como otra cualquiera, con una ocupación como otra cualquiera. Los cooperantes no son más desprendidos ni menos egoístas, ni tienen ideales más nobles o menos mezquinos que mi quiosquero. Ser cooperante es una profesión tan honrada y tal vil como la de banquero, político o mecánico.
Que la vanidad no nos ciegue. Lo importante no es el cooperante, sino el significado de su existencia, y existe porque los gobiernos de todo el mundo fracasan una y otra vez a la hora de cumplir sus promesas de erradicar la miseria, acabar con las desigualdades o garantizar la salud. No es casual que el Día del Cooperante coincida con la Declaración del Milenio de la ONU del año 2000, un documento que definió los ocho objetivos de desarrollo, entre los que destacan reducir la pobreza extrema a la mitad y conseguir la enseñanza primaria universal para el 2015. Pero, ¿alguien recuerda que ya en 1977 la Organización Mundial de la Salud adoptó una estrategia para eliminar la pobreza, el analfabetismo y las malas condiciones sanitarias titulada "Salud para todos en el año 2000"? Sin embargo, el nuevo milenio dio labienvenida a 3.000 millones de personas (la mitad de la población mundial) viviendo con menos de 1'6 euros al día. Y, ¿alguien duda que en 2015 haremos otro alegato posponiendo nuestros objetivos al 2030?
Ante semejante panorama, no estaría de más pensar menos en lo buenos que somos y aprender la lección de nuestros fracasos. Quizás así, en lugar de colgarnos medallas, seríamos un poco más críticos y exigentes con nosotros mismos.


Otros links de interés:
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31 agosto 2007

Por fin soy algo en la vida...


Por fin he llegado a ser algo en la vida. Todos hemos sufrido a lo largo de nuestra existencia el azote de la presión por destacar infundido por una sociedad meritocrática en sus instituciones educativas. La típica frase escuchada cientos y cientos de veces resonando en nuestras conciencias:

-Si no estudias no llegarás a nada en esta vida. Así es que no vamos a hacer nada contigo...

Pues bien, ahora, por fin, a mis veintiocho anos, ya puedo decir que soy algo en la vida:

SOY DIPLOMÁTICO!!!

Ya tengo el "Cartão diplomatico".Para muestra un botón, os lo adjunto más arriba. Un pequeno truco que nuestra administradora ha conseguido para todos los trabajadores de ACH. El cartão diplomático sólo es para esos, para diplomáticos, aunque también las ONGs pueden conseguirlo, pero sólo UNO por organización, para el Jefe de Misión. Gracias a Lucía, los vamos consiguiendo poco a poco... Espero que no se le ocurra leer este blog a ningún excelentísimo miembro de la administración angolana.

Derechos del diplomático: pues os leéis la Convención de Viena!!! Artículos del 29 al 36. No te jode? Pero bueno, para los perezosos, y para facilitaros la vuelta a la rutina -que suficiente tenéis ya la mayoría con el síndrome post-vacacional- os avanzo que no me cobran tasas por importar productos, que no me pueden abrir la maleta ni registrar, y lo mejor de todo, NO ME PUEDEN METER EN LA CARCEL!!!

Marianoooooo, saca la bolsa de ganjaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa que nos vamos al parqueeeee.


PD: de momento aun no he conseguido que los cubatas sean gratis no tener que pagar en la discoteca, pero dadme tiempo.

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27 agosto 2007

Desde Falcon's con amor...

Viernes noche, y una semana más en los albores del Trópico de Capricornio. Esta noche Vincent, Nadia, Gabriel y yo salimos a cenar fuera. Nos dirigimos al Falcon’s. A la entrada una antigua moto colgada como trofeo nos da la bienvenida. Un lugar pintoresco, tranquilo y acogedor. Poca gente, una barbacoa, unas pocas mesas y “el trío maravillas”: una batería, una guitarra eléctrica y otra española envolviendo una voz desgarrada pero agradable. Abren la noche unas N’Golas, la cerveza local, hecha en Lubango. Mientras devoramos un asado de primera, versiones de todo tipo amenizan la conversación. Es un bar de moteros en pleno trópico. Tres relucientes CBRs 500 aparcadas junto a nuestro coche lo delatan. Su dueño, un angolano descendiente de portugueses oriundos de Madeira, nos enseña su mascota entre canción y canción, un águila maltrecha y moribunda que da nombre al local. Él toca la guitarra, viste una chupa de cuero negro a lo Hell Angel norteamericano y luce un tupé que ni Travolta en Grease. Cenita de lujo y a dormir, no sin antes dedicarle un último pensamiento a ese águila que un día debió de darle esplendor a su morada, pero que ahora agoniza escondida en un rincón, junto a la barbacoa.

El sábado, como mandan los cánones, nos levantamos tarde y hacemos el ronso. Gabriel y yo ponemos a punto nuestra Villa. Sus moradores durante el próximo año serán los Villanueva y Villarubia. A la tarde, toca aprovisionarse bien de cerveza y comida. Se juega la final del Afrobasket: Angola contra Camerún. Todo el país está pendiente de la gran final y quién somos nosotros para no santificar igualmente este gran evento. A eso se le llama integración. Nos vamos al mercado a comprar. Vincent necesita unos tejanos, yo una camisa y unas chanclas. Finalmente, salgo triunfante con una radiante camisa a rayas rosas y blancas de segunda mano (sólo 200 Kwanzas, unos dos Euros). Ya puedo ir a cualquiera de las fiestas de la cooperación sin dar el cante. Las chanclas, otro día será, así que para ahogar las penas compramos dos botellas de JB y otra de Passport Scott Whisky (a unos diez Euros cada una): una se queda en Lubango y las otras repartidas en cada una de las bases, que allá el líquido de oro no tiene precio.

Acabamos de aprovisionarnos: unas cuantas Quilmes, aguacates, frijoles, jinguba (la tapa nacional, cacahuetes tostados), queso y bananas. Nadia, que es nicaragüense nos prepara esta noche un guacamole y un plátano frito para chuparse los dedos. Gabriel pone el toque europeo: tortilla de patata. Yo meto mano en todos los platos y pincho un poco de música mientras voy catando las Quilmes (ese es un trabajo arduo y complicado, no penséis que es moco de pavo, porque...y si la cerveza no tiene la calidad suficiente? Eh? Yo soy el encargado de darle el visto bueno y de que los demás puedan beber sin preocupaciones superfluas, únicamente disfrutando del sabor y aroma de la cebada). A las siete y media, nos sentamos ante el televisor a ver cómo Angola se proclama, jugando en casa y por quinta vez, campeona de África. La euforia se desata en las calles de Lubango. Nosotros, un poco perjudicados por el alcohol nos retiramos a dormir.

Domingo por la mañana. Toca fregar los platos de la noche anterior. Salimos para la cascada de Huila a pasar el día. Una buena caminata por la zona hasta llegar a una aldea pintoresca, la Cascada se llama (no muy original, por otro lado). Sus moradores, una familia bastante extensa. No quiero ni imaginar los comportamientos incestuosos que se dan allí. Vincent, negocia la compra de una cesta de morangos (unos fresones, vamos). Seguimos a tres de los miembros de la pequeña comunidad (no sabemos si son hermanos, primos o qué; les preguntamos pero no contestan, para mí que no saben la diferencia) hasta sus campos. Uno de ellos lleva un pendiente chapado en oro que, como mínimo, es de su madre y encima de pinza, que luce tan orgulloso él. La verdad, ya que tiene el valor de ponerse eso, también lo podría haber tenido para hacerse el agujero, digo yo. Se acaba de ganar una foto. Como séquito, un puñado de chavales que nos siguen mirándonos atónitos: blanquitos domingueros ataviados con cámara de fotos y de video yendo a comprarles una lechuga y fresas (somos como japoneses en la Sagrada Familia). Compramos la cena y bajamos de nuevo hasta el coche. Unas N’Golas, unos choricitos, Kizomba, Bob Sinclair…y para casa.

Para cenar, una ensaladita rica, rica, frijoles molidos con queso (otra vez la influencia nica se deja notar y, ummm, qué rico) y albóndigas, todo regado con unas buenas Quilmes y sazonado con salsa de curry. Vemos un par de documentales y a dormir. Ha sido un fin de semana gastronómico, desde Falcon’s hasta nicaragua, pasando por Argentina...
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16 agosto 2007

Días de fútbol

(Y de fondo: Poet in Process, Pista 1)

Me revuelvo en mi jaula de tela en la base de Chipindo. Me envuelve el ruido del generador y, más allá de las paredes de adobe, los cantos de los ninos llegan hasta aquí. Afuera la vida rural transcurre a la luz y al calor de las hogueras que iluminan los ojos de los rapaces. Cantan y ríen sin parar.

Un poco más allá de la base, justo en medio del pueblo, una pista de aterrizaje abre en canal a la pequena población. Antano fue la única forma de acceso a una zona aislada totalmente por las minas y las trincheras. La única comunicación con el exterior, 200 metros de tierra desbrozada sólo a medias. Hoy día únicamente la avioneta del gobernador posa su caucho en ella durante la época de lluvias. La pista está salpicada por la chatarra de algunos tanques rusos que fueron alcanzados por la artillería de los rebeldes de la UNITA. Vestigios de una época pasada aun muy presente en el imaginario colectivo de los angolenos.

Hoy es lunes. Ayer, como una típica tarde de domingo en cualquier parte del mundo, hubo partido de fútbol: Chipindo contra Kuwango. La liga regional está disputada. Se enfrentaban el primero contra el último. Tanques desvencijados a un lado y la imponente puesta de sol africana al otro. Cánticos de apoyo mezclados con la Kissomba atronadora saliendo de coches que sirven a la vez de tarima para los “chicos malos”. Vista privilegiada del terreno de juego, bar improvisado para engullir cerveza y vino de mesa en tetra-brick.

La cosa se pone fea. Los locales pierden uno a dos. Se acerca el final del partido y el colista está a punto de dar la sorpresa. Las irregularidades del terreno de juego impiden por dos veces a la delantera local marcar gol.
- Malditas piedras. Dicen unos.
- Tendríamos que fichar a Ronaldinho. Al menos corre más. Se quejan otros.

El speaker retransmite el partido en directo. Como en Campeones cuando Oliver preparaba su tiro especial con efecto, el número diez de Chipindo roza la gloria, pero, zas!, otra piedra desmonta otro ataque de los locales. Los ánimos se desinflan, pero la cerveza, el vino y la Kissomba siguen corriendo y sonando. Y entonces, a tres minutos del pitido final, zancadilla al diez de Chipindo. Penalti!!! La euforia se dispara. De repente, el público se agolpa en los límites del terreno de juego, como si de reservas que esperan el momento oportuno para saltar al campo se tratasen. Dos de los “chicos malos” bajan de su tarima motorizada para coger sitio en primera fila. Se cogen de la mano, y se miran con la emoción reflejada en sus caras. A ver quién se atreve a decirles que parecen dos palomos cojos de cojones. Piiip. El especialista decide cargar con la responsabilidad. Coge carrerilla. Su pierna de apoyo esta vez no se deja intimidar por las piedras y los cardos borriqueros. Chuuuut. Goooooooooooooool. Empate a dos. La marabunta invade el terreno. El público rodea a los dos equipos. Saltan, bailan, rien, chillan a su alrededor. Mientras, los jugadores de ambos equipos esperan impasibles a que el ritual de celebración acabe. Poco a poco el público vuelve a los límites del campo. El juez de línia (sí, sí, pues claro que tienen, o qué os pensábais) va poniendo orden a su espalda. Más que juez parece policía de tráfico, pero en pantalón corto. En Espana ya les habrían cerrado el campo para 20 jornadas.

Se reanuda el juego y un minuto más tarde, el pitido final. El público empieza a dar la espalda al campo mientras el disco incandescente empieza a ocultarse en el horizonte. Los coches y las motos encienden motores y desaparecen. Atrás, polvareda y ninos recogiendo del suelo tetra-bricks de vino y latas. Manana se construirán un cochecito bien bonito. - Nino, no chupes el tetra-brick, que ya no queda vino!

Nosotros seguimos a la muchedumbre camino a la base. Ha sido una gran tarde de domingo futbolera. Quizás el héroe del partido fiche algún día por el Barça o el Madrid. Pero antes se tendrán que desminar las carreteras que aislan a Chipindo del resto del país. Tendrán que mejorar las vías de comunicación, que por el momento son sólo de incomunicación. Quizás entonces, y sólo quizás, algún observador de un club europeo cualquiera se atreva a recorrer los cuatrocientos kilómetros que separan Chipindo de Lubango en menos de las doce horas actuales. Y eso en época seca. A partir de septiembre, quién sabe cómo podrá llegar el equipo visitante, si es que llega. Si no, habrá que poner el Vía Digital. – Ninoooo mueve el cuerno de la vaca que no puedo ver el furbooo.

Uy, las nueve, la hora de la telenovela brasileira. Me voy cagando leches. Qué queréis que os diga oye, a falta del Peliculón de Antena3 o de Los Hombres de Paco... buenas son telenovelas. Ah, y que conste que aquí lo de las telenovelas no es cosa de marujas sino de hombres curtidos en 25 anos de guerra: los conductores y los guardas... y el expatriadito de turno.
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08 agosto 2007

19 Días y 500 Noches en Angola

Sobrevuelo Luanda el sábado a las cinco de la mañana. Ya de madrugada millones de luciérnagas titilantes aparecen tras la ventanilla del avión. Abajo una ciudad desconocida despierta de su sueño lentamente. Tras recoger mis maletas –afortunadamente han llegado las dos y para mi sorpresa con todos los fuets, longanizas y embutido que llevaba dentro- el conductor me deja en la casa de ACH a las seis y media. Me tumbo en la cama pero ya de día me tengo que poner mi antifaz - cortesía de British Ariways- para descansar unas horas.
A las doce oigo ruidos en la casa, me levanto. Me cruzo con David, uno de los dos cooperantes que viven en la casa. La otra chica, Carmen, vuelve de su break en Sudáfrica esta tarde, me dice el cántabro.
- Rubén, llegas en el mejor momento. Esta noche hay una fiesta. Inauguramos la nueva casa-oficina y vendrá toda la cooperación y amigos. Habrá barbacoa, buena música y mucha bebida. Vístete que salimos a buscar el equipo de música y al DJ.

Pues nada, resignado me visto y me subo a la pick-up. Recogemos el equipo de música y al DJ de 15 años que viene con dos amigos suyos -sus ayudantes, dice- en casa de una de las muchas amigas de David. Me pregunto si eso se puede considerar trabajo infantil.
De vuelta compramos cerveza a tutiplén, material para hacer caipirinha y sangría. Al volver a la casa, mi primera tarea de logista: montar la carpa que hará las veces de entrada a la fiesta.
Pasamos la tarde con los preparativos. Las ocho y media: los invitados empiezan a llegar.

La noche pasa al son de la música –Kissomba, Kunduru, salsa, bachata- y a golpe de sangría, Calsberg,caipirinha, ron y cerdo y ternera asada. Los DJs se lo están currando hasta que de repente…¡¡se pone a sonar Alex Ubago!! Le pregunto a David si no hay una ley en Angola que prohíba importar semejantes bodrios. Me contesta que él no tiene nada que ver, que tras dejarle su disco duro a los DJs para que hagan una selección de su música ese es el resultado. Afortunadamente la cosa mejora, va in crescendo hasta que llega a su punto álgido: ¡¡Sabina y El último de la fila juntos en Angola!! Tras mi primera clase de Kissomba –con un saldo nada desdeñable de cuatro pisotones en media hora-, los invitados empiezan a marchar. Son las seis de la mañana y llevo 20 horas despierto tras un viaje de otras tantas.

El domingo nos levantamos tarde. Comemos las sobras del día anterior -eso sí que es actuar contra el hambre- incluidas las cervezas.
Por la tarde, sesión de cine con el proyector del departamento de Salud. Estreno mi colección de pelis. Con una pantalla que ya querrían muchos cines españoles, Carmen, Cristina, Copérnico y yo vemos Before the Sunshine. Copérnico es el cachorro de gato que hemos adoptado hace tan sólo un día tras recogerlo David debajo de las ruedas de nuestro coche, salvándolo de una muerte segura. Él bebe leche y nosotros cerveza y comemos palomitas. Nos recoge el conductor –aquí tenemos prohibido conducir y tras ver el tráfico de Luanda, se agradece - y salimos los tres a la zona de bares para que yo cate la cerveza local y la tapa nacional: los cacahuetes tostados. Hombre, la verdad, tras la larga intriga por descubrir cuál era la tapa nacional, pues unos cacahuetes saben a poco. Qué quieres que te diga oye, donde estén unas buenas bravas. Al regresar, la intriga nos corroe. ¿Se habrán llegado a encontrar los protas tras 6 meses en el andén de aquella estación? Segunda sesión de cine, ahora toca Before the Sunset. Decepción, sorpresa quizás, el final te deja pensativo. Vuelve David de dejar a la amiga en la que está invirtiendo –no en vano en Luanda tener que invitar a una chica a cenar y una birra te puede costar una tercera parte de tu dieta mensual-, acaba de ver dos atropellos mientras volvía, nada extraño por otro lado. Nos vamos a dormir a la una pasadas. Otra noche sin poder dormir como Dios manda.

El lunes intenso día de trabajo. Reuniones con la jefa de misión y con todo el equipo de la capital. Al día siguiente salgo para Lubango. Decidimos acabar la reunión en casa de la jefa de misión con unas cervezas y unos spaghetti a la carbonara. Tardamos una hora y media en hacer un trayecto de 10 Kms. como mucho. Los “engarrafamentos” como dicen aquí es el pan de cada día en la capital. Afortunadamente, todo el mundo me dice que Lubango es tranquilísimo y no tiene nada que ver con Luanda. Antes de ir a dormir, intercambio de pelis con David y otra vez a dormir pasada la una.

El martes salgo con Milan, mi coordinador logístico, para Lubango. Cogemos el vuelo a las ocho de la mañana. Me levanto a las seis, cojo mis maletas y andando. Él pasará unos ocho días conmigo. Llegamos a Lubango, vamos a ver la oficina, luego a dejar las maletas al apartamento donde viviré y empezamos con las reuniones. El piso que compartiré con el otro cooperante, que llega en diez días y tiene 41 años, está de puta madre. Llego el primero y me cojo la habitación más grande. Cama de matrimonio. Está de lujo. La putada es que quien tiene derecho a vivir sólo es el, ya que es coordinador de un proyecto, como Milan, y no yo. Menos mal que dice Milan que no le importaba compartir el piso. Ya veremos, pero de momento aquí estoy. Si cambia de opinión me tendré que ir a vivir al piso de encima de la oficina. No está mal pero no tiene ni punto de comparación con éste. Se va la luz, para variar. Cenamos la pedazo de tortilla de patata que Tío Jamba nos ha preparado –es nuestro cocinero y todo un personaje de 61 años- y a dormir prontito.

Hoy miércoles reuniones con UNICEF y otras organizaciones para el tema de las minas antipersona. De ahora en adelante seré yo el responsable de la seguridad en toda la provincia de Huila. Todo el día hemos estado poniendo a punto la oficina. Me siento como Ignatius Reilly decorando su oficina antes de la revolución. Ha sido un duro día de trabajo.

Mañana jueves a las cinco y media de la madrugada salimos para las bases y estaremos fuera una semana más o menos. Se tarda unas doce horas en coche, con suerte, en llegar a cada una de ellas. Afortunadamente sólo son dos. Estaremos aislados así que cuando regrese más noticias frescas. La conexión de internet en la oficina es una mierda y no hay forma de subir fotos.
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01 agosto 2007

La maleta de un Expat


El expatriadito de turno ya tiene preparados sus bártulos para doce meses en el páramo angoleño. Maleta de unos 30 Kgs. -y con otra mochila en la recámara para cuando me hagan sacar cosas hasta llegar a los 20 míseros Kgs. permitidos- en la que se distribuyen mis pertenencias como sigue:

Seis camisetas, más otras dos antisudor y antiolor -por gentileza de Decathlon, una maravilla de la tecnología textil-, tres pantalones cortos, cinco largos, tres polos, una camisa, gallumbos, calcetines, un polar -que aun siendo África pega un rasca a las mañanas que ríete tú de Teruel-, impermeable, dos cotonas guatemaltecas, chirucas, bambas, chanclas, neceser, repelente ultrasónico de mosquitos alimentado por energía solar -eso tiene pinta de que los mosquitos angoleños se lo pasen por la punta de la trompa, pero habrá que probarlo, ¿no?-, cinco botes de Relec -a ver qué mosquito es lo suficientemente chulito como para acercarse a mí. Anda, venga, venid a por el blanquito bañado en Relec si tenéis la trompa que tenéis que tener-, gorrita y un pijama. Peso total: 14 Kgs.

Libros: E. Fromm, L'art d'estimar; Borges, El Aleph; A. Tabucchi, Sostiene Pereira; H. Kureishi, Siempre es medianoche; J. Cortázar, Historias de cronopios y de famas; Q. Monzó, Ochenta y seis cuentos; E. Sábato, Sobre héroes y tumbas; E. Sábato, Abaddon el exterminador; G. Márquez, Cien años de soledad; M. Yourcenar, Memorias de Adriano; L. Séneca, Diálogos; G. Campbell, Diamantes sangrientos; A. S. Greer, Las confesiones de Max Tivoli; R. Kapuscinski, El mundo de hoy; M. Morgan, Las voces del desierto; J. Hougan, El maestro del mal. Y alguno más. Peso total: unos 15 Kgs. y eso que son ediciones de bolsillo que si no te cagas.

Mochila de mano con el portátil llenito, llenito: 25 Gbs de pelis y 15 Gbs más de música. Cámara de fotos Canon Eos400 con objetivo 18-200 estabilizado, altavoces para el portátil, iPod y todos los cargadores, ; dos gafas de sol, dos gafas de intelectual, 120 Dólares, carnet de trabajador de Acción Contra el Hambre, carnet de conducir, tanto el español como el internacional, carnet de vacunación y mi maldito visado que tanto ha costado conseguir.

Lo mejor de todo es que me llevo a cada uno de vosotros conmigo, para masticar vuestro recuerdo poco a poco. Y eso, no pesa ni ocupa nada de nada.

Y con eso y un bizcocho, hasta dentro de un año a las ocho.
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De ahora en adelante

Porque este blog nació en su día a causa de un chispazo que se produjo una noche de concierto, porque tenía que haber una forma de no perder los recuerdos, más allá del papel, de luchar contra el olvido. Si en ocasiones he usado esta ventana virtual para asomarme a parajes a los que no pude llegar de otra forma, y decir cosas que no dije cara a cara; si ha sido así, de ahora en adelante ya no volverá a ser. El papel vuelve a ocupar el lugar de antaño, a mi vera. La mano desentrenada vuelve a coger carrerilla.

Una vez escuché decir a alguien que los blogs son un maquillaje para las ansias de reconocimiento. En parte puede ser así, pero si acaso un reconocimiento por parte de la gente a la que se quiere, de quienes les damos la llave de nuestra ventana -o de quienes alguna vez se la dimos pero dijeron haberla tirado al mar-, de todos los demás, aquellos que navegan a la deriva por la blogosfera, quienes ni nos van ni nos vienen, para aquellos no escribimos ni de ellos nada esperamos.

Así es que de ahora en adelante si os asomáis a la ventana estaréis un poco más cerca de África, de sus colores, de su aroma, de su gente, pero prometo intentar acercarme a vosotros, uno a uno, por otras vías. El camino se bifurca aquí, si hemos escogido el bueno o el malo, eso, el tiempo lo dirá.


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27 julio 2007

Ítaca

A una semana de emprender la aventura africana y con los preparativos del viaje ya casi acabados, Ítaca está ya un poco más cerca. Abrazo grande para todos los navegantes que buscan su Ítaca. Quizás algún día nos crucemos en el camino.


Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuantos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.


Ítaca
Konstantinos Kávafis

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24 julio 2007

Nicaragua tan violentamente dulce


Escapa ratón del gato, no fuera que quedases atrapada en las garras de su barata filosofía. Utiliza su palabrería y su literatura de segunda para desasirte para siempre de su zarpazo. Sirvan una vez más unas cuantas líneas para acabar de desvanecer la humildad y modestia que un día le caracterizaron. Huye del gato, pero cuídate de caer en las fauces del perro. Mis mejores deseos y ánimos para tu aventura.



Si todo es corazón y rienda suelta
y en las caras hay luz de mediodía,
si en una selva de armas juegan niños
y cada calle la ganó la vida,

no estás en Asunción ni en Buenos Aires,
no te has equivocado de aeropuerto,
no se llama Santiago el fin de etapa,
su nombre es otro que Montevideo.

Viento de libertad fue tu piloto
y brújula de pueblo te dio el norte,
cuántas manos tendidas esperándote,
cuántas mujeres, cuántos niños y hombres

al fin alzando juntos el futuro,
al fin transfigurados en sí mismos,
mientras la larga noche de la infamia
se pierde en el desprecio del olvido.

La viste desde el aire, ésta es Managua
de pie entre ruinas, bella en sus baldíos,
pobre como las armas combatientes,
rica como la sangre de sus hijos.

Ya ves, viajero, está su puerta abierta,
todo el país es una inmensa casa.
No, no te equivocaste de aeropuerto:
entrá nomás, estás en Nicaragua.

Julio Cortázar
Managua, febrero de 1980
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03 julio 2007

La espina clavada

Aun tengo una espina clavada que duele y hace daño. El tiempo la expulsará o cerrará la herida con ella dentro.

(5-07-07) A pesar de ello, el alcohol del sinsentido ha desinfectado la herida para siempre. Aunque ahora escuece, creo que ya no dolerá más. Esta es la última referencia a una espina que pinchó, pero que ella misma se expulsó.

Adiós.
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20 junio 2007

Nadie dijo que iba a ser fácil

Llevo ya algún tiempo decidiendo qué hacer con mi vida. Ahora que ya parece que las cosas van tomando forma, me doy cuenta de que esta canción de Sopa de Cabra, titulada Camins, ha dado respuesta a muchos de mis interrogantes. La he escuchado una y otra vez a lo largo de estos dos últimos meses. Sentado en la terraza de mi casa sumida en el silencio de la noche, sonaba una vez tras otra esta letra, a la vez que se iba ordenando la marabunta de pensamientos en mi cabeza. Con el perfil de Barcelona de fondo, el mensaje enviado desde mi cerebro se hacía cada vez más claro: nadie dijo que iba a ser fácil encontrar el camino, lo único cierto es que al final habrás de tomar la dirección que marque tu corazón, pese a quien pese.

Quién sabe, quizás también os sirva a alguno para orientaros en vuestra encrucijada.

Simplemente, escuchadla...

Camins, que ara s'esvaeixen
Camins que hem de fer sols
Camins vora les estrelles
Camins que ara no hi son

Van deixar-ho tot el cor encès pel món
Per les parets de la mort sobre la pell
Eren 2 ocells de foc sembrant tempestes
Ara som 2 fills del Sol en aquest desert
Mai no es massa tard per tornar a començar,
per sortir a buscar el teu tresor

Camins, somnis i promeses
Camins que ja son nous
No es senzill saber cap on has de marxar,
pren la direccio del teu cor
Mai no es massa tard per tornar a començar,
per sortir a buscar el teu tresor

Camins que ara s'esvaeixen
Camins que has de fer sol
Camins vora les estrelles
Camins que ja son nous
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17 junio 2007

Hasta pronto...

Ya se alejan en medio del polvo, en la soledad mineral, en aquella desolada región planetaria. Y pronto no se distinguirán, polvo entre el polvo. Ya nada queda en la quebrada de aquella Legión, de aquellos míseros restos de la Legión: el eco de sus caballadas se ha apagado; la tierra que desprendieron en su furioso galope ha vuelto a su seno, lenta pero inexorablemente; la carne de Lavalle ha sido arrastrada hacia el sur por las aguas de un río (¿para convertirse en árbol, en planta, en perfume?). Sólo permanecerá el recuerdo brumoso y cada día más impreciso de aquella Legión fantasma. "En las noches de luna --cuenta un viejo indio-- yo también los he visto. Se oyen primero las nazarenas y el relincho de un caballo. Luego aparece, es un caballo muy brioso y lo monta el general, un blanco como la nieve (así ve el indio al caballo del general). Él lleva un gran sable de caballería y un morrión alto, de granadero." (¡Pobre indio, si el general era un rotoso paisano, con un chambergo de paja sucia y un poncho que ya había olvidado el color simbólico! ¡Si aquel desdichado no tenía ni uniforme de granadero ni morrión, ni nada! ¡Si era un miserable entre miserables!) Pero es como un sueño: un momento más y en seguida desaparece en la sombra de la noche, cruzando el río hacia los cerros del poniente.

Ernesto Sábato, Sobre Héroes y Tumbas



Se acaba un ciclo, solamente para dejar paso a otro. Como a Lavalle, sólo se nos recordará por lo que cuenten de nosotros, más que por lo que en realidad seamos. Eso, es cosa nuestra. La vida sigue y pronto el polvo que levantamos en nuestra huida y que tejió una cortina que difuminó nuestra silueta, volverá a la tierra de donde despegó. Dejaremos de estar, para pasar a ser. El recuerdo marcará nuestro futuro allá por donde hayamos pasado.

La letanía de nuestro galope debiera certificar ante los incrédulos que seguimos buscando nuestros sueños, que seguimos persiguiendo nuestros ideales por mucho que estos siempre corran más veloces que nuestro caballo. Lo importante no es llegar sino el camino, dicen. El juego de la zanahoria y el palo es el preferido de Utopía. Lugares comunes que hacen referencia a la necesidad de avanzar, de fluir, de cambiar. Y es que, nuestra existencia es mucho anterior a nuestra esencia, la precede, por lo que no caben excusas. Existir es cambiar y arriesgar. En palabras de Sartre, “el ser humano está condenado a ser libre, es decir, arrojado a la acción –y responsable plenamente de la misma, y sin excusas-“.

Asumiendo que nuestra partida pueda convertirnos en fantasmas para los que se quedan, ya tenemos hecho la mitad del trabajo. Asumido esto, cargadas las alforjas y avituallados con recuerdos e ilusiones ya podemos emprender la marcha. En mi zurrón, la sonrisa de cada uno de vosotros, vuestros consejos y lo mejor que me habéis podido dar: vuestra amistad. Pondré el zurrón a buen recaudo para abrirlo sólo cuando necesite volver a sentir que no hace mucho que estuve, pero que pasé a ser recuerdo. Como a la Legión fantasma de Lavalle, recordadme con mi uniforme y con mi sable de caballería, erguido sobre mi caballo blanco. Sólo yo sé que mi cotona raída es la única prenda que cubre mi cuerpo maltrecho, aun tembloroso ante lo desconocido de mi andanza. Que seáis mi viejo indio, que yo os prometo regresar, para volver a estar…y dejar de ser recuerdo.

Hasta siempre.
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14 junio 2007

Con sólo una palabra...

Paz y serenidad al atardecer, en tu regazo... ¿Hay acaso algo mejor que eso? ¿Existe algún otro momento que pueda saciar tanto el espíritu a cambio de tan poco? Cientos de pensamientos aprovechan entonces para arremolinarse en mi cabeza. Y entonces tú preguntas: -qué; y yo respondo con un: -nada; ese nada que, en realidad, intenta abarcar todo lo que quisiera decirte pero no puedo, simplemente porque no sé por dónde empezar.

Y mientras Bruno aspiraba la brisa que pesadamente llegaba del río, Martín recordaba momentos parecidos en aquel mismo parapeto con Alejandra. Acostado sobre el murallón, con la cabeza sobre su regazo, era (había sido) verdaderamente feliz. En el silencio de aquel atardecer oía el tranquilo murmullo del río abajo mientras contemplaba la incesante transformación de las nubes: cabezas de profetas, caravanas en un desierto de nieve, veleros, bahías nevadas. Todo era (había sido) paz y serenidad en aquel momento. Y con tranquila voluptuosidad, como en los somnolientos e indecisos instantes que siguen al despertar, reacomodaba su cabeza sobre el regazo de Alejandra, mientras pensaba qué tierno, qué dulce era sentir su carne debajo de su nuca; esa carne que en opinión de Bruno era algo más que carne, algo más complejo, más sutil, más oscuro que la mera carne hecha de células, tejidos y nervios; pues también era (pongamos el caso de Martín), era ya recuerdo y, por lo tanto, algo que se defendería de la muerte y de la corrupción, algo transparente, tenue pero con cierta calidad de lo eterno e inmortal; era Louis Armstrong tocando su trompeta en el Mirador, cielos y nubes de Buenos Aires, las modestas estatuas del Parque Lezama en el atardecer, un desconocido tocando una cítara, una noche en el restaurante Zur Post, una noche de lluvia refugiados debajo de una marquesina (riéndose), calles del barrio sur, techos de Buenos Aires vistos desde el bar del piso veinte del Comega.

Y todo eso lo sentía a través de su carne, de su suave y palpitante carne que, aunque destinada a disgregarse entre gusanos y grumos de tierra húmeda (típico pensamiento de Bruno), ahora le permitía entrever esa especie de eternidad; porque como también alguna vez le diría Bruno, estamos de tal modo constituidos que sólo nos es dado vislumbrar la eternidad desde la frágil y perecedera carne.

Y él había suspirado entonces y ella le había dicho "qué". Y él le había respondido "nada", como respondemos cuando estamos pensando "todo". Momento en que Martín dijo casi sin querer, a Bruno:

—Aquí estuvimos una tarde con Alejandra.

Y como si no pudiera detener su bicicleta, perdido el control, agregó:

—¡Qué feliz fui aquella tarde!

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31 mayo 2007

Ten miedo de mayo porque no puede ser




Lo que sientes sólo te importa a ti. Es lo que le demuestras a la gente que quieres lo que realmente importa. Eso es lo único que cuenta.


The Last Kiss D: Tony Goldwyn



Tu olor de almizcle se escurrió entre mis dedos como si de arena de la Costa Catalana se tratara. La eterna espera acabó con noches de blanco satén y mañanas de crepes azucarados. Los besos almibarados dejaron paso a desencuentros por los pasillos. Ya no más sonrisas ni miradas furtivas. Ya nada de caricias disimuladas. Sólo miradas desviadas...
Efectivamente, avisaste pero no hice caso. Efectivamente, mi forma de querer fue dejarte que me quisieras. Efectivamente, no me recordarás por mis pensamientos secretos sino por los que compartimos.

Pero a pesar de todo ello, sigo impregnado de tu olor almizclado, desayuno crepes azucarados, sueño con besos almibarados, imagino miradas furtivas, acaricio tu sombra en la distancia. Porque todo valió la pena, porque fue bonito luchar contra el destino y sortear sus trampas, porque, aunque condenados a no encontrarnos, tú y yo, nunca dejaremos de buscarnos.

Porque nunca habrá un último beso, sino un primer reencuentro.

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23 mayo 2007

Busca tu magia....

Un día más se pone el sol, las calles se vacían, el ratón se retira a su madriguera, el buho a su árbol.
Otro día vendrá, otro amanecer cegará mis ojos. Pase lo que pase, siempre, por el resto de mis días buscaré la magia... dondequiera que se encuentre.

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14 mayo 2007

Duetos

Pocas cosas despiertan en mí esa necesidad de introspección, de estar conmigo mismo a solas, rodeado de oscuridad, en el silencio de la noche, y Doctor en Alaska es una de ellas. Ya desde 1998, me quedaba durante las cortas noches de verano hasta altas horas de la madrugada esperando impaciente para poder obtener mi dosis diaria de filosofía, psicología, literatura y naturaleza. Mientras esperaba sentado delante de la TV, miles de ideas se arremolinaban en mi cabeza. Iba a primero de carrera y la vida se abría ante mí con todos sus interrogantes. Puedo decir, orgulloso, que mi cosmovisión ha estado, y estará, marcada por retazos de Northern Exposure. Sentado en una silla, y a lo largo de una hora, fui descubriendo la poesía, la filosofía o la relación armónica del hombre con la naturaleza... Indescriptibles sensaciones recorrían mi cuerpo provocándome escalofríos. La necesidad de viajar y de conocer mundo, puedo decir que, en parte, tuvo su epicentro en la lejana y fría Alaska.

La letanía de Chris Stevens desde la K-OSO me envolvía durante una hora hasta que me retiraba a la cama, contento: “mañana será otro día en Cicelly y allí volveré a estar, puntual”.

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10 mayo 2007

Niño, siempre niño...

Por fin el otro día encontré perdida en una vieja carpeta de universidad una de las poesías que más me ha calado por su simplicidad y sencillez, pero también por la paz que transmite al leerla. Quién no ha deseado nunca retroceder a su infancia para quedarse allí anclado, al abrigo de la inocencia. El río sigue fluyendo, pero basta con cerrar los ojos para empezar a remontarlo, hasta su nacimiento. Como dice el poema, sólo una cosa es cierta: que aquí estamos, ¿qué importa lo demás?


A la deriva la barca de los niños
(siluetas alegres del crepúsculo)
se desliza, al trasluz.
Ellos mismos la voz de su recuerdo
repiten la extraña profecía.
¿Cuántos años tenéis?
No lo sabemos.
Quizá diez, quizá veinte, quizá treinta…
Sólo una cosa es cierta: que aquí estamos
¿qué importa lo demás? ¿Y tú, quién eres,
lector? ¿Hombre o mujer?
No importa: niño.
Niño siempre, pues este tu recuerdo
eterniza tu infancia. Eterno niño,
te duermes escuchando,
relajados los nervios,
tu propia historia sin lógico argumento,
cuento lleno de entrañas y de vida,
de lloros y de estornudos de pimienta,
niño, cerdito y ángel, poesía
hecha de mocos, luciérnagas y estrellas.
Los duendes y las hadas, siempre tuyos,
ha llegado su hora,
regresan a tu lado.
Sal, pues, a recibirlos: pero antes
es pacto ineludible que te duermas.
Tan sólo así despertarás soñando
a ésta tu rara felicidad nocturna.
Duérmete y sueña, y cuando despertares
de este sueño que es tu vida verdadera
(tu vida pura y secreta de la infancia),
eternízala con lápiz de colores.
Escríbela con poca ortografía
y tanto corazón, que sólo baste
a que frunzan el ceño los pedantes.
Y saldrá un libro. Guárdalo. Es precioso.
Su estuche es el armario de los niños.
Que nadie lo abra. Pide a Papá Noel
que te traiga un candado para él.

Lewis Carroll
“Alicia en el País de las Maravillas”

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El mito de la caverna

Estos días han sido días de incertidumbre y ansiedad. Todo aquello por lo que llevaba luchando más de un año y medio trasteó al topar con la mala fe. Ello me ha llevado a pensar sobre lo que realmente conocemos del mundo, de sus gentes, del ser humano. A raíz de ello he vuelto a releer el mito de la caverna de Platón. Hay que romper las cadenas, salir al mundo exterior y ver el mundo real. Para ello sólo despojándonos de nuestras antiguas opiniones -prejuicios- y conocimiento y abriendo nuestra mente, podremos volver para explicar lo que pasa ahí fuera. Se acabaron las sombras, las apariencias, hay que ir directamente al conocimiento de las ideas. Sin embargo, sólo aquél que tenga el valor de romper las cadenas podrá acceder a ese conocimiento. Los cobardes morirán encadenados a su ignorancia. Empieza a ser hora de aplicar la duda metódica cartesiana. Quizás este mito sirva para arrojar luz sobre el dilema propuesto por Ferrigato.


Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.

- Ya lo veo-dijo.

- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.

- ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!

- Iguales que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?

- ¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?

- ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?

- ¿Qué otra cosa van a ver?

- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?

- Forzosamente.

- ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?

- No, ¡por Zeus!- dijo.

- Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.

- Es enteramente forzoso-dijo.

- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?

- Mucho más-dijo.

II. -Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra .?

- Así es -dijo.

- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?

- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.

- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.

- ¿Cómo no?

- Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que. él estaría en condiciones de mirar y contemplar.

- Necesariamente -dijo.

- Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.

- Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.

- ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?

- Efectivamente.

- Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?

- Eso es lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.

- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?

- Ciertamente -dijo.

- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?.

- Claro que sí -dijo.

III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del. sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la. región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.

- También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo.
      Platón. El mito de la caverna (República, VII)
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