TECNOCASA : PANTA REI

23 abril 2008

TECNOCASA

Hoy no vamos a hablar sobre niños desnutridos, hambrunas o fracaso de los cultivos; ni siquiera hablaremos de violación de los Derechos Humanos, de Desarrollo o de Ayuda Humanitaria. No hablaremos sobre eso que tanto nos gusta explicar a nosotros, los vividores de la coo-peración y que tanto os gusta a escuchar a vosotros, vividores de la deses-peración y el stress urbanita.

Hoy nos divertiremos con la locura de un país a orillas del Atlántico, hoy seremos nosotros los moradores de la deses-peración, seremos nosotros –al menos por una vez- los asesinos de mitos, los violadores de estereotipos, y no los ingenieros genéticos del nuevo amanecer del Sur.

Mira tú por dónde que sin haber enviado yo mi currículo me llamaron para un nuevo puesto en la organización. Hoy –me dijeron- nos ha dado por cerrar dos bases y abrir una nueva. Hoy –me adelantaron- es tu último día en Lubango, te trasladas para Huambo, al corazón del país. Hoy –me revelaron finalmente- eres el nuevo delegado de Tecnocasa en Angola. Dicho y hecho, objetivo: encontrar una casa en Huambo para los expatriados. Tiempo: un mes. Prioridad: Alta. Incentivos por objetivos alcanzados: una palmadita en el hombro.

Así fue que me vestí con mis mejores galas para salir “al terreno”. Tras casi un mes de batalla, ya no me quedan uñas en los dedos ni saldo en el móvil. A día de hoy, tengo unas veinte personas que me deberían haber llamado “en 30 minutos”. Al menos eso es lo que me aseguraron a la octava vez de haberlos llamado para preguntarles que por qué aun no me habían llamado hacía ya dos horas, tal y como me habían asegurado dos hora y media antes. Hoy tengo una agenda que bien podría ser la del empleado del mes de Tecnocasa. Si mi “chorboagenda” fuera tan sólo la mitad que ésta ya sería como Pedro Ruíz.

En una ciudad destruida por la guerra; en una ciudad postrada de rodillas cinco años atrás; en una ciudad que fue la joya de la corona del imperio portugués, pero que nunca fue oficialmente ascendida a esa categoría; en una ciudad invadida por los chinos; en una ciudad que se está convirtiendo en la válvula de escape del infierno de Luanda; en una ciudad así, tan sólo puedes conseguir un alquiler por el módico precio de 1.500 dólares al mes. Ah, siempre y cuando pagando por adelantado un año, o seis meses si el dueño está de buen humor. La rehabilitación del antro corre a cuenta del nuevo inquilino, claro. Así es que gástate unos seis mil u ocho mil dólares más en reconstruirla, más que rehabilitarla, y listo.

Negocia durante tres días los detalles hasta llegar a un acuerdo. Llévale el contrato al dueño para que lo lea y lo firme. Llega dos días después de lo previsto a Huambo, porque te quedaste tirado con el coche en medio de la nada y tuviste que esperar a que llegara la ansiada pieza, y digiere que “justo ayer” llegó “su tío” de Luanda –que ahora te enteras que era el dueño de la casa- y se la alquiló a unos putos chinos. Dile que él ya tenía un compromiso contigo, y espera su llamada porque va a hablar con “su tío”, dice, y en una hora se pasan por la oficina los dos. Espéralos. Espera una llamada que nunca llega. Espera en vano. La casa voló y una semana de tu vida con ella y los chinos.

Ahora extrapola esta pequeña anécdota a todos y cada uno de los aspectos de la vida cotidiana en este país y te darás cuenta de por qué es tan difícil trabajar aquí, de por qué la mayoría de ONG han cerrado y de por qué la mayoría de expatriados no aguanta más de un año. Es entonces cuando uno se da cuenta de que al final quien más gana es la compañía de teléfonos, de que son los inversores extranjeros los que están viciándolo todo cuando llegan con su chequera en una mano y 200 trabajadores a los que alojar en la otra.

Sólo un dato: se calcula que en Angola el 1% de la población es, atención, MULTImillonaria –en millones de dólares-. Si la población es de unos 16 millones y medio de personas, voilà, 165.000 MULTImillonarios. Partiendo de esta base uno ya se puede imaginar la cantidad de millonarios que debe haber sueltos por estos lares. Hagamos el cálculo: en la capital Luanda se paga por una casa -sin ser nada del otro mundo- una media de 4.000 dólares al mes, así tal cual, por un adosadito o apartamentito normales y corrientes. Y hay casas de hasta 10.000 dólares al mes, y no es que sean el Hillton, precisamente. Calculemos: 4.000 dólares por doce meses (y esos ya se los embolsan el primer día, por adelantado) hacen un total de 48.000 dólares. En diez añitos, ya tienes el medio millón. Imagínate si has heredado de “tu tío” un par de casitas de aquellas que quedaron vacías cuando los portugueses se largaron en el 75. Pues joder, que en diez años ya eres millonario. Un último dato: cada millonario, o aspirante a ello, tiene un Hummer. Ahora ya te puedes hacer una idea de lo que es ir por las calles de Luanda. Y si no te la haces, no te culpo, porque la verdad es que es impensable poder caminar por las calles de Luanda, a no ser que no quieras ver salir el sol mañana.

Angola ha sido bautizada con el nombre de “la Dubai de África”. Luanda, su capital, está considerada por las NN.UU. como la segunda ciudad más cara del mundo para vivir después de Tokio. ¡¡Te cagas!!

Ahora me río yo de la plataforma “No tendrás una casa en tu puta vida”. ¡Ja! Aficionados.
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