Angola... en HDRSin ganas de escribirAsian ConnectionLostAllá vamos, de nuevoFin de la primera parteInsomnioEn Tierra Gaucha: Río Grande do Sul32 páginasTirando del carroCape TownVentana a la locura : PANTA REI

22 diciembre 2008

Angola... en HDR

- El patio de mi casa, es particular -


- Siempre ELLAS -


- La vida en el "mato": Casa, Tv y Taxi -


HDR: High Dynamic Range
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16 diciembre 2008

Sin ganas de escribir

- Mumuila -


- Motoristas Fantasma -


- Cementerio Marino -


- Cementerio Marino II -


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13 noviembre 2008

Asian Connection

El mejor lugar para ver el creciente papel de China en Angola es el aeropuerto Quatro de Fevereiro de Luanda, donde oleadas de chinos esperan un sello en sus pasaportes.

“Estos chinos vienen a Angola y ni siquiera entienden una palabra de lo que les preguntas”, se queja un oficial de inmigración.

Efectivamente estos recién llegados no hablan ni palabra de portugués y ni siquiera de inglés, pero tienen una buena razón para estar en el país: China ha sido uno de los principales financiadores del espectacular desarrollo de Angola desde el fin del conflicto en 2002. Por supuesto, este desarrollo basado en su casi totalidad en el petróleo.

A cambio de créditos y ayuda –estimada en un total de 4 billones de USD desde 2004- China se ha asegurado una buena tajada en la producción angoleña de petróleo de los próximos años. Angola es uno de los dos mayores productores africanos de petróleo, el otro es Nigeria. Los acuerdos alcanzados también estipulan que el, atención al dato, 70 por ciento de los proyectos de desarrollo sean adjudicados a compañías chinas. Teniendo en cuenta que el otro quince por ciento de las grandes contratas están copadas por portugueses y brasileños, pues resulta que Angola es la gallina de los huevos de oro para las grandes transnacionales.

Y es aquí donde radica el principal problema del actual modelo de desarrollo angoleño. Una de las máximas keynesianas dice que nada mejor que el Estado invierta en obras públicas e infraestructuras –y ya os podéis imaginar el trabajo que tiene por delante un país que ha estado en guerra durante tres décadas- para aumentar el empleo y el ingreso per cápita, propiciando el ahorro familiar, el consumo y por ende el crecimiento económico. Todos tenemos en la cabeza el New Deal de los años 30 o, algo más cercano, la construcción de grandes presas en los Pirineos españoles promovida por el Generalísimo en la década de los 60. Pues bien, parece que las empresas chinas prefieren importar su propia mano de obra, además de todos los inputs necesarios (desde maquinaria pesada hasta martillos y clavos). Según datos de la embajada China en Angola, hay 20.000 chinos trabajando en todo el país, aunque algunos informes arrojan una cifra de entre 40.000 y 100.000. En definitiva, parece que los angoleños se quedan fuera del mercado de trabajo.

El modelo de trabajador chino en Angola responde a un hombre, joven –de entre 20 y 35 años- con una esposa e hijos esperando allí en China, que vino buscando mejores oportunidades, que recibe un salario de entre 600 y 800 dólares y que suele permanecer en el país de entre tres a cinco años. El denominador común a estas gentes es el aislamiento. Son trasladados en autocares desde los lugares de trabajo hasta sus complejos residenciales. En la mayoría de obras los trabajos continúan durante la noche e incluso durante los fines de semana en interminables turnos. Escuelas, apartamentos, hospitales, campos de fútbol, carreteras y rascacielos son levantados en tiempo récord. Si disponen de tiempo libre la mayoría lo pasan sin salir de los complejos donde viven. El contacto con la población local es mínimo.

Una de las preocupaciones de las autoridades es la falta de campañas de prevención sobre VIH-SIDA entre los trabajadores chinos en Angola, considerando lo lejos que se encuentran de sus familias y el largo tiempo que pasan fuera de casa. Angola tiene una prevalencia del VIH del 2.5%, pero puede alcanzar el 10% en algunas zonas fronterizas. En este sentido, los trabajadores chinos pueden ser invisibles, pero siguen siendo peligrosos. Es por eso que las organizaciones de lucha contra el SIDA están empezando a incluir a este segmento de la población en sus programas de sensibilización.

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12 noviembre 2008

Lost

No sé cómo decirte, que he perdido los zapatos otra vez, rezaba la canción de Nena Daconte.

Sentado en el carro del equipaje una tras otra iban pasando las maletas frente a mis narices (totalmente taponadas, por cierto, gracias al descomunal resfriado que me llevé de recuerdo en la última noche de fiesta con los amiguetes). La cinta escupía maletas sin parar, pero no la que debía: la mía. La desesperación empezaba a adueñarse de mí a medida que me iba quedando sólo en la cinta número cinco. ¡¡Escupe la mía de una puta vez, joder!! Mis súplicas no fueron escuchadas, pero mis peores temores se hicieron realidad, ¡¡la maldita mochila se había perdido!!

Y fue entonces cuando me vi recitándole al hombre del mostrador del Lost and Found aquello de: no sé cómo decirte, que he perdido mis zapatos otra vez…y mis calzoncillos y mi pijama y mis camisas y mis latas de foie y mi maldita maleta para todo un año. Lo siento señor, no sabemos si se perdió en Múnich o está perdida aquí en Heathrow, en cuanto sepamos algo le avisaremos, de momento tome este desodorante y este kit de aseo. ¿Aseo? ¿Y quién quiere lavarse? ¡¡Yo lo que quiero son mis latas de foie y mis DVDs de la tercera e irrepetible temporada de Doctor en Alaska!!

Mi periplo había empezado el día anterior, martes. Y empezó más bien como el culo. Y es que se tiene que tener muy mala suerte para que de los cuatro vuelos hasta Lubango, ¡te falle el primero! Pues dicho y hecho, el Barcelona-Múnich se retrasó una hora y algo por culpa de la niebla y ¡zas! resultó que el maldito avión Múnich-Johannesburgo va y sale puntual. Toda la planificación milimétrica de semanas al garete. Tras haberme asegurado tres azafatas que ningún enlace corría peligro, que llegaríamos a tiempo, y correr como un energúmeno por medio aeropuerto bávaro nada más alentador que llegar al mostrador para embarcar y no ver ni a una alma. Las diez de la noche y todos los alemanes en sus casitas durmiendo puestos de cerveza hasta el culo –y doscientos pasajeros rumbo a Johannesburgo en ese mismo momento, de entre los cuales uno muy satisfecho por poder dormir estirado en un asiento libre a su lado-, y yo allí tirado diciéndole al tío de la Lufthansa que o llegaba a Namibia el jueves antes de las diez de la mañana para coger el vuelo para Angola de las doce o me buscaba plaza en un safari-exprés, porque ya no había otro hasta el domingo.

Suertudo yo, que al día siguiente podía volar bien tempranito de Múnich a Londres-Heathrow para coger un vuelo a la noche directo a Namibia llegando según lo previsto para el vuelo a Angola. Único inconveniente, tener que cambiar al aeropuerto de Gattwick. Bien, no hay problema, me pillo el tren con mi mochilita y listo. Deme mi habitación para esta noche que no ha sido nada. ¿El señor querrá su maleta ahora o la facturamos directamente para Londres y usted la recoge allí? Bien, mañana la recojo en Londres, mejor.

Pues bien, cuatro días después la mochila va y aparece en Johannesburgo, y una semana después, a día de hoy, aun no ha llegado a Angola. Parece que mis latas de foie quieren ver mundo y no quieren regresar a casa. Pero que se preparen, porque tarde o temprano llegarán y cuando lo hagan no habrá pan duro que las salve de su destino fatal.

Afortunadamente, justo llegar de nuevo a Lubango puse en marcha los mecanismos de la cooperación internacional. No en vano, a las cinco horas ya contaba con cuatro camisetas, un pijama y dos pantalones: el kit de supervivencia, vamos. Y a las doce horas ya con un kit ampliado gracias a la omnipresencia de los comerciantes asiáticos: ¡¡viva los chinos!! Así que al encontrarme ya con mis necesidades básicas cubiertas nada mejor que una sesión de diez horas de la tercera temporada de Lost, sí señor, trece capítulos uno detrás de otro, sin anestesia ni nada, con el único avituallamiento que unos cuencos de palomitas y a la espera de empezar con la cuarta temporada -aun sin desprecintar- que me mira desde la estantería. Hay que aprovechar las casi veinte horas de energía diarias que tenemos ahora. Que dure.

Y así empezamos hoy, tras un puente de cuatro días de fiesta aquí en Angola, a buscar la forma de llevar un dinerito a casa, que no sólo de grandes series vive el hombre. El dinero vuela aquí y uno no sabe ni cómo ni por qué agujero se escapa. Y es por eso mismo que me he visto obligado a convertirme en una prostituta de la cooperación: me alquilo por días, por horas, por proyectos, por lo que haga falta. De momento, vamos a disfrutar estos días de relativa calma en la ciudad, que la semana que viene me toca el primer “servicio”: fotógrafo de postín para dar fe de una actividad de delimitación de tierras en una comunidad cercana a Lubango.

Nota mental: tengo que saber por qué Angola y Mozambique son los dos únicos países del mundo donde las cerraduras funcionan en el sentido contrario y las manetas de las puertas abren del contrario; debo intentar comprender la arquitectura portuguesa; analizar cómo unos colonizadores así de chapuceros pudieron tener semejante imperio.

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23 octubre 2008

Allá vamos, de nuevo

A mi espalda gritaban más y más, a medida que se sentían ya parte del pasado, tanto más yo los arrinconaba en mi bolsa de viaje. Ya esos casi tres meses en mi querida Barcelona dejaban paso a la segunda parte de la historia inacabada. Allá íbamos de nuevo, visado de turista en mano y preparado para llamar a todas las puertas en busca de un trabajo.

Noches de fiesta de barrio, conversaciones magníficas al temple del ron y menos grancilocuentes al arrullo del Mediterraneo resacoso de agosto. Reencencuentros con gentes, lugares y sensaciones renovadas al instante de ser revividas. Interminables jornadas de amigotes, Play Station, cerveza, risas y especias varias. Hay que sacarle partido a las 24 horas de luz antes de volver a la incertidumbre del generador y a la dictadura de las baterias de litio.

Con la panza atiborrada de suave foie, vinito bueno, tapitas de boquerones y tablas de quesos aumentamos las reservas para sobrevivir al letargo del invierno angoleño. Las caminatas de madrugada por calles desiertas, de lado a lado, dejarán paso al recogimiento a horas más que razonables.


Empaqueto a conciencia todas esas pequeñas maravillas de mi tierra y de mi gente para redoblar el empuje durante los siguientes meses. Las vacaciones acabaron y yo aun tengo en el armario regalos por repartir. El tiempo voló, se escurrió entre los dedos, pero ni un minuto fue desaprovechado. Veneramos al gran Adriano a los pies de su gran arco en Atenas; le agradecimos su culto a los clásicos y recorrimos la tierra de Heródoto durante unos días.

Ahora toca hacerle un hueco en la maleta a nuestros guías, para que nos muestren el camino cuando estemos de nuevo en los dominios del Rey Negro, en la tierra del caos y el desorden. En tiempos de crisis -¿económica, social, política, moral?- para el occidente supuestamente desarrollado, qué mejor receta que dirigirse hacia el país de la eterna crisis -económica, política y social- para relativizar las cosas. Se espera un cambio, dicen, en el modelo capitalista, pero esperémoslo allende nuestras fronteras, allá donde se expolia al prójimo, allí de donde proviene la riqueza saqueada, donde reina el individualismo más voraz.

Civilization belongs to white, but, which civilization and until when?
William Walker en Queimada
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09 agosto 2008

Fin de la primera parte



Um homem morre e vai para o inferno. Ao chegar lá, ele descobre que há um inferno diferente para cada país e ele decide tentar o menos penoso para passar a sua eternidade.

Ele vai ao inferno alemão e pergunta: O que fazem aqui?

Disseram-lhe:Primeiro põe-te numa cadeira eléctrica por uma hora. Depois põe-te numa cama de pregos por mais uma hora. Por fim o diabo alemão vem com um chicote e chicoteia-te até anoite.

O homem não gosta do que ouve e vai tentar a sua sorte num outro inferno. Ele passa pelo inferno dos EUA, da Russia e muitos mais. Todos eles praticam o mesmo que o inferno Alemão. Mas o que fazer então? Ele continua a andar até que descobre uma grande fila no inferno de Angola. Muito intrigado, ele pergunta o que fazem nesse inferno. Ao que lhe Respondem: Primeiro põe-te numa cadeira eléctrica por uma hora. Depois põe-te numa cama de pregos por mais uma hora. Por fim o diabo Angolano vem com um chicote e chicoteia-te até a noite.

Ai, mais admirado ainda, o homem pergunta: Mas é exactamente o mesmo tratamento que fazem nos outros infernos. Porque razão então a fila aqui é tao grande?

Resposta: 'Porque aqui nunca há electricidade, portanto a cadeira eléctrica não funciona. Os pregos foram encomendados e pagos, mas nunca foram fornecidos, portanto a cama é muito confortável. E o diabo angolano é trabalhador da função pública, por isso vem assina o ponto e depois sai para tratar de assuntos pessoais, portanto nunca está presente para chicotear os mortos...

Hasta pronto familia...
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30 julio 2008

Insomnio


Qué es el insomnio sino la obstinación maníaca de nuestra inteligencia en fabricar pensamientos, razonamientos, silogismos y definiciones que le pertenezcan, qué es sino su negativa de abdicar en favor de la divina estupidez de los ojos cerrados o de la sabia locura de los ensueños?


(...) las almohadas revueltas, las mantas en desorden, evidencias casi obscenas de nuestros encuentros con la nada, pruebas de que cada noche dejamos de ser.


Memorias de Adriano
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28 julio 2008

En Tierra Gaucha: Río Grande do Sul





Absorta en sus pensamientos mientras cebaba su chimarrão, Alejandra no reparó en la lenta aproximación de Martín por su espalda, quien siempre llegaba acompañado por aquel sigilo que caracterizaba todos sus movimientos.

De repente y sin previo aviso un chasquido de carbón incandescente, proveniente del churrasco que Alejandra preparaba para el almuerzo, apagó su grito cuando su cuerpo se erizó al sentir la leve caricia de Martín en su nuca y el roce de aquellos tibios labios en su hombro derecho.

Dejaron que la modorra de la tarde hiciera su trabajo asimilando aquella carne de vacuno gaucha. Se durmieron uno encima del otro y sólo caída la noche salieron de nuevo a caminar por las desiertas calles de Porto Alegre.
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12 julio 2008

32 páginas


32 páginas tiene mi pasaporte.
25 para los sellitos.
Ya con 11 luciendo sus estampitas amontonadas unas encima de las otras.
Aun con 14 para completar la colección.

Atrás quedaron ya las mariposas, por delante vienen las tortugas marinas y así hasta las langostas.
Siguiendo las rutas de migración ahora abandonamos el invierno africano para dirigirnos al invierno sudamericano.
El segundo, dicen, igual de exigente que el invierno mediterráneo.
Volveremos en breve al primero para acabar lo que empezamos cuando llegamos huyendo del verano catalán.

Finalmente, regresaremos de nuevo a este último ya para olvidar al primero.


Y ya con la confusión en el cuerpo nos sentaremos a reposar...
muy brevemente...
para salir hacia otro otoño, diferente.
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27 junio 2008

Tirando del carro

Así andamos por aquí desde hace ya algún tiempo. Las fuerzas empiezan a flaquear y la cuenta atrás acaba de comenzar. Sólo un último esfuerzo para terminar lo que hace ya casi un año empezamos con fuerza y empuje.

Tirando del carro en el país donde nada funciona, ni siquiera nuestros propios coches. Y es que tras más de quince años en los que las ONG y organismos internacionales (léase familia ONU) han sido los cisnes de este lago, ahora todo parece viejo y cansado. Durante los años de conflicto las organizaciones humanitarias tenían el dinero, los medios, la influencia y cierto grado de poder de decisión. Hoy en día son el patito feo de la laguna. Con presupuestos de risa comparados con los de las transnacionales o con los del gobierno. Aunque bueno es matizar que los presupuestos del Estado angoleño serían más que suficientes para levantar a este país en un tiempo récord, aunque eso sí, reformando el actual sistema de “caja negra” (donde cientos de millones de petrodólares provenientes de los contratos de explotación entran pero nunca llegan a salir) y aumentaran las transparencia.

Hace ya algún tiempo que ando un poco cansado de tener que batallar cada pequeña cosa. Harto de ser un blanco en tierra de negros. Harto de ser un blanco ingenuo y recién llegado que paga siete veces más por todo. Sin fuerzas tras negociar hasta la compra de un lápiz. Extenuado de intentar cambiar las reglas del juego una y otra vez, sin éxito. Afligido por los fracasos diarios. Atacado de los nervios por la falta de palabra y compromiso. Insomne por culpa de las prisas, la inútil y estúpida prisa que de todos y de todas partes te presiona; ¿pero aun no se han dado cuenta de que aquí ese artificio no existe? Cuánto difícil es acostumbrarse a esta realidad viniendo de una sociedad donde la prisa y el stress están institucionalizados. Fica caaaaaaalmo meu irmão. Vai dar tudo certo. Depois vamos combinar.

Bienvenida será la tierra de blancos y descoloridos. Adelante los precios abusivos pero iguales para todos. Que vivan los catálogos de precios en el buzón de casa. Que vivan las ofertas del Lidl y del Carrefour. Entre por favor, no tenga miedo Sr. Euribor, terror de las niñas de buena familia del barrio. Pasen y vean mi nuevo loft señores abogados de bancos: acomódense y llévense lo que quieran. Pero cómo que no acepta “mi regalo” señor policía, pero qué clase de fuerza del orden es usted.

Pues aquí seguiremos tirando del carro este último mes, hasta el último día, pero cada vez un poquito más lento. Qué maldito y jodido país este que no sabes lo que tiene pero que te engancha como el caballo. Cuánto surrealismo concentrado dentro de estas fronteras. Cuánta Kizomba, cuánta Cuca y cuánta N’gola. Cuántos buenos amigos que seguirán aquí al pie del cañón, empujando nuestros carros pero con nuevos compañeros. Unos se van y otros vendrán. Ahora empieza el periodo de desintoxicación. Quién sabe cuándo volveré a caer en las redes de esta droga confusionista. No seré la primera víctima de la confusão, ni la última.

A saúde boa irmão? Eu estou minimamente...
Jacarés têm neste rio, pah? Tem, tem
Jinguba tem? Tem, tem
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10 junio 2008

Cape Town







Sólo donde termina el Arco Iris encontrarás un faro que te lleve a buen puerto. Cabo de Buena Esperanza. Cape Town. Sudáfrica
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29 mayo 2008

Ventana a la locura

Cuando Paco picó a mi puerta de madrugada hacía ya un buen rato que las sábanas se me habían pegado. Al salir de la habitación él ya estaba preparado para el gran viaje: su hatillo en una mano y una gallina en la otra. Yo por mi parte iba pertrechado con mis dos maletas y mi mochila. De repente, Paco se puso algo filosófico y me dijo algo que le había oído decir una vez, me explicó, a un Macaco de ciudad:

- Mira R., yo con la mano levantá al pasado le digo adiós y el futuro que vendrá dicen que pende de un hilo y el presente aquí contigo, mano a mano, oye mi hermano disfruta el camino.

Joder con el Paco, menudo sabio estaba hecho. No en vano llevaba más de cuarenta años realizando ese viaje, del pueblo a la gran ciudad. Así que subimos al carro y nos adormecimos. Diez horas más tarde Paquito y un servidor despertamos a un mundo nuevo. El fresco del atardecer había dejado paso a un calor pegajoso y pesado. Entrábamos en la ciudad.

Luanda es agresiva y hostil, no se puede confiar en ella ni por un minuto. Se podría llegar a pensar que es como cualquier otra gran ciudad, pero bastan unos pocos minutos en ella para descartar esa posibilidad. La improvisación te sorprende a cada momento. El ingenio llega a niveles a veces incluso divertidos, cualquier cosa es susceptible de ser vendida de la forma más original e inverosímil. El caos reina en todas y cada una de sus esquinas y rincones, en avenidas y callejones, se adueña de sus habitantes y se transmite como un virus. Luanda te chupa la energía poco a poco, en una carrera de fondo que está segura de acabar ganando sea cual sea la resistencia de su oponente. Todo cuesta ocho veces más en esta ciudad: más esfuerzo, más tiempo y más dinero.

En esta ciudad uno se pasa un tercio de su vida dentro de un coche. Este monstruo simplemente no es capaz de absorber todos los vehículos que se hacinan en absolutamente todos sus espacios libres. El río de coches te arrastra y no te queda otra opción que dejarte llevar a donde quiera. Las calles se bloquean desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, de lunes a domingo. Lo peor de todo es que no hay forma de luchar contra ello. Un error de cálculo al elegir un callejón o un despiste al cambiar de carril puede dejarte inmovilizado por más de cuarenta y cinco minutos. Entre los coches parados se deslizan escaparates móviles con todo tipo de quincalla. Uno puede comprar desde una lámpara hasta una cámara de fotos en menos de cinco segundos y, lo mejor de todo, sin levantarse de su asiento. De repente y sin avisar cualquier senda puede convertirse en autopista. Detrás del primer atrevido se van a arremolinar cientos de carros buscando la misma salida. Al final, no hay escapatoria. Sólo queda acomodarse y dejarse sorprender una y otra vez por el inabarcable descontrol.

Entre barrios de zinc y Uralita, entre murallas de chatarra y escombros se levantan colosos diseñados por japoneses y construidos por chinos. Los rascacielos, sedes de la legión de transnacionales que operan en el país, se construyen en tiempo récord. Mientras estos suben como la espuma otros caen estrepitosamente, se derrumban con todos sus moradores dentro. Armazones de hormigón, que debían de haberse convertido en estandartes del afro estalinismo de los ochenta y que nunca se llegaron a terminar, cobijan a familias enteras en lofts improvisados hasta que la humedad pudre sus cimientos y los abate. Mientras que de los primeros salen bólidos en dirección a sus mansiones de lujo, levantadas junto a las chabolas, de los segundos salen miles de buscavidas. La brecha entre ricos y pobres ha alcanzado ya niveles nauseabundos. La pobreza se vuelve ofensiva en un lugar donde el dinero ha dejado de tener valor para una pequeña pero floreciente parte de su población. Frente a una ciudad que enseña sus colmillos, unos pocos se aíslan cada vez más en complejos residenciales y carros insonorizados, en fiestas con caviar y restaurantes con champagne francés. Otros muchos idean la forma de despertar de esta pesadilla. El dinero que les llueve a mansalva de diamantíferas y petroleras convierte a estos pocos en escaparates ambulantes. El resto sólo asiste al espectáculo y hace lo que puede para romper el cristal. Pero es un cristal blindado. Va a costar mucho de resquebrajar. Ahora bien, el día que consigan abrirle brecha algo gordo va a pasar. Quizá salgan a relucir las más de dos millones de armas que se calcula aun existen en el país y entonces alguien se rebele contra esta vergüenza.

Y en medio de todo este embrollo, ahí estaba él, el espléndido Don Paco Martínez Soria, preguntando a un vendedor de bombillas dónde podía encontrar la casa de su tía Engracia. Cómo decirle que esta Luanda de hoy nada tiene que ver con su Madrid de los cincuenta. Pobre Paco, en esta ciudad el timo de la estampita es un chiste comparado con los asaltos golpe de Kalashnikov a plena luz del día. Este Paco no está hecho para esta ciudad. Yo tampoco, pero dos meses pasan rápido.
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