El JuicioFeliz Día de los Enajenados : PANTA REI

29 febrero 2008

El Juicio



Y llegó la maldita polución, el calor inmundo, el aire irrespirable, el tráfico infernal, los eternos "engarrafamentos", el ruido metálico de motor, la pobreza agria, la desigualdad ofensiva y los precios exorbitantes y abusivos. Finalmente llegó Luanda, y se metió en cada poro de mi piel, en cada alvéolo de mis pulmones, se acantonó allí, al fondo de mis trompas de Eustaquio, en los descosidos de mis bolsillos, me pasó por encima como un tren de carga, como un petrolero lleno hasta los topes arrasando mi pequeña Zodiac a remos.

El juicio pendía sobre mí desde hacía una semana. La pena: dos semanas en la capital para sustituir al Coordinador Logístico que iba de vacaciones.

Cómo se declara el acusado? Inocente, Su Señoría. De acuerdo. El juicio queda visto para sentencia. Diez minutos interminables esperando el dictamen del Supremo. Finalmente, el aterrador momento. Levántese el acusado para oír el veredicto. Se encuentra al acusado... ¡culpable de los cargos!! No ha lugar para fianzas, no hay derecho a redención, el reo debe cumplir la pena íntegramente, dos semanas de trabajos forzados en la prisión de asfalto y hormigón de Luanda. Un gritó salió del fondo de mis entrañas y atravesó los ventanales abiertos del Juzgado de instancia No. 12 de Lubango rompiendo las lunetas de cuatro coches patrulla que se encontraban aparcados al frente.

Así, me dispuse a pasar mi condena lo mejor posible. Parecía que iba a salirme con la mía: concierto el viernes noche, playita el sábado y descanso el domingo. El reo se las prometía muy felices, hasta la tarde del domingo. Ahí la prisión me castigó con la peor de sus tretas: sus hordas de virus. Unas fiebres sutiles como aperitivo para acabar la semana y una faringitis de caballo para comenzar la siguiente. En la prisión inmunda si uno se debilita está perdido, el resto de presos se le tiran encima como perros rabiosos en busca de carnaza. Bastó un virus para quitarme el sueño durante cinco días, un virus para quitarme el hambre durante una semana, un virus para juntarlos a todos, un virus para dominarlos a todos. Bastó un sólo virus espía para abrirle paso a las hordas asesinas que sembraron alguna que otra enfermedad más a su paso. Seis meses de imbatibilidad cayeron estrepitosamente como la estatua de Saddam a la llegada de los yanquis a Bagdad, como Gulliver tropezando con las ridículas cuerdas tendidas por aquellos diminutos seres. La inmunidad que las comidas de Tío Jamba nos habían dado dejó paso a la carcoma de la bazofia del rancho de la prisión. Esa carcoma que debilitaba aun más mi cuerpo: sopas, papillas y purés, todo licuado para poder sortear las barricadas montadas a lo largo y ancho de mi garganta.

Finalmente conseguí acortar mi condena en tres días. Tuve que coger el Expresso de medianoche, me subí y no miré atrás hasta ya estar de vuelta en mi querida Lubango. Tres Kg. menos, cuatro días más de reposo absoluto y un cuerpo debilitado ha sido el saldo final de mi presidio.

Afortunadamente, mañana vuelo de nuevo, lejos, muy lejos. Una semana de vacaciones en São Tomé y Príncipe, una semana de caipirinhas, playa, agua caliente y luz todo el día. Una semana para recuperar al cuerpo y remendar el alma. Sólo un día en Luanda, sólo un día de paso por la ciudad inmunda dirección al paraíso. Más vale recuperar rápido, a mi vuelta me espera otra dura batalla. Me mudo de ciudad, dejo mi querida Lubango para trasladarme a Huambo, la antigua línea de frente durante la guerra. Nueva casa, nueva vida, nuevos retos.
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14 febrero 2008

Feliz Día de los Enajenados






Una de Cal...








Y una de arena...



A veces escribo cartas para no sentirme atado,
para no aferrarme a remilgos que yo quisiera abolidos
de mi vida. De mi vida.
Y pinto de colores los sobres. En el remite soy un enigma.
Espero siempre una respuesta para sentrime querido
como los niños chicos. Como los niños chicos.
Mensajes que llegaran, papeles envolviendo una piedra.
Mensajes de cariño que rompìeran el cristal de mi cuarto.
Quién pudiese ingerir un fármaco precioso...,
Convertir en realidad todos esos sueños.
Cartas que me dijesen cosas bonitas
como que vendrás a maullarme de contraseña en la madrugada
bajo mi ventana. Bajo mi ventana.
Que corriéramos campo a través, a la luz de los fulgores del alba.
Chispas blancas sobre el rojo violento. Y que hiciésemos cabañas
en los árboles. En los árboles.
Mensajes que llegaran, papeles envolviendo una piedra.
Mensajes de cariño que rompieran el cristal de mi cuarto.
Quién pudiese ingerir un fármaco precioso...
Convertir en realidad todos esos sueños.


El Último de la Fila


Inigualable Quimi; impresionante García. Enajenación transitoria ochentera, catarsi monumental.
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