Ten miedo de mayo porque no puede serBusca tu magia....DuetosNiño, siempre niño...El mito de la caverna : PANTA REI

31 mayo 2007

Ten miedo de mayo porque no puede ser




Lo que sientes sólo te importa a ti. Es lo que le demuestras a la gente que quieres lo que realmente importa. Eso es lo único que cuenta.


The Last Kiss D: Tony Goldwyn



Tu olor de almizcle se escurrió entre mis dedos como si de arena de la Costa Catalana se tratara. La eterna espera acabó con noches de blanco satén y mañanas de crepes azucarados. Los besos almibarados dejaron paso a desencuentros por los pasillos. Ya no más sonrisas ni miradas furtivas. Ya nada de caricias disimuladas. Sólo miradas desviadas...
Efectivamente, avisaste pero no hice caso. Efectivamente, mi forma de querer fue dejarte que me quisieras. Efectivamente, no me recordarás por mis pensamientos secretos sino por los que compartimos.

Pero a pesar de todo ello, sigo impregnado de tu olor almizclado, desayuno crepes azucarados, sueño con besos almibarados, imagino miradas furtivas, acaricio tu sombra en la distancia. Porque todo valió la pena, porque fue bonito luchar contra el destino y sortear sus trampas, porque, aunque condenados a no encontrarnos, tú y yo, nunca dejaremos de buscarnos.

Porque nunca habrá un último beso, sino un primer reencuentro.

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23 mayo 2007

Busca tu magia....

Un día más se pone el sol, las calles se vacían, el ratón se retira a su madriguera, el buho a su árbol.
Otro día vendrá, otro amanecer cegará mis ojos. Pase lo que pase, siempre, por el resto de mis días buscaré la magia... dondequiera que se encuentre.

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14 mayo 2007

Duetos

Pocas cosas despiertan en mí esa necesidad de introspección, de estar conmigo mismo a solas, rodeado de oscuridad, en el silencio de la noche, y Doctor en Alaska es una de ellas. Ya desde 1998, me quedaba durante las cortas noches de verano hasta altas horas de la madrugada esperando impaciente para poder obtener mi dosis diaria de filosofía, psicología, literatura y naturaleza. Mientras esperaba sentado delante de la TV, miles de ideas se arremolinaban en mi cabeza. Iba a primero de carrera y la vida se abría ante mí con todos sus interrogantes. Puedo decir, orgulloso, que mi cosmovisión ha estado, y estará, marcada por retazos de Northern Exposure. Sentado en una silla, y a lo largo de una hora, fui descubriendo la poesía, la filosofía o la relación armónica del hombre con la naturaleza... Indescriptibles sensaciones recorrían mi cuerpo provocándome escalofríos. La necesidad de viajar y de conocer mundo, puedo decir que, en parte, tuvo su epicentro en la lejana y fría Alaska.

La letanía de Chris Stevens desde la K-OSO me envolvía durante una hora hasta que me retiraba a la cama, contento: “mañana será otro día en Cicelly y allí volveré a estar, puntual”.

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10 mayo 2007

Niño, siempre niño...

Por fin el otro día encontré perdida en una vieja carpeta de universidad una de las poesías que más me ha calado por su simplicidad y sencillez, pero también por la paz que transmite al leerla. Quién no ha deseado nunca retroceder a su infancia para quedarse allí anclado, al abrigo de la inocencia. El río sigue fluyendo, pero basta con cerrar los ojos para empezar a remontarlo, hasta su nacimiento. Como dice el poema, sólo una cosa es cierta: que aquí estamos, ¿qué importa lo demás?


A la deriva la barca de los niños
(siluetas alegres del crepúsculo)
se desliza, al trasluz.
Ellos mismos la voz de su recuerdo
repiten la extraña profecía.
¿Cuántos años tenéis?
No lo sabemos.
Quizá diez, quizá veinte, quizá treinta…
Sólo una cosa es cierta: que aquí estamos
¿qué importa lo demás? ¿Y tú, quién eres,
lector? ¿Hombre o mujer?
No importa: niño.
Niño siempre, pues este tu recuerdo
eterniza tu infancia. Eterno niño,
te duermes escuchando,
relajados los nervios,
tu propia historia sin lógico argumento,
cuento lleno de entrañas y de vida,
de lloros y de estornudos de pimienta,
niño, cerdito y ángel, poesía
hecha de mocos, luciérnagas y estrellas.
Los duendes y las hadas, siempre tuyos,
ha llegado su hora,
regresan a tu lado.
Sal, pues, a recibirlos: pero antes
es pacto ineludible que te duermas.
Tan sólo así despertarás soñando
a ésta tu rara felicidad nocturna.
Duérmete y sueña, y cuando despertares
de este sueño que es tu vida verdadera
(tu vida pura y secreta de la infancia),
eternízala con lápiz de colores.
Escríbela con poca ortografía
y tanto corazón, que sólo baste
a que frunzan el ceño los pedantes.
Y saldrá un libro. Guárdalo. Es precioso.
Su estuche es el armario de los niños.
Que nadie lo abra. Pide a Papá Noel
que te traiga un candado para él.

Lewis Carroll
“Alicia en el País de las Maravillas”

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El mito de la caverna

Estos días han sido días de incertidumbre y ansiedad. Todo aquello por lo que llevaba luchando más de un año y medio trasteó al topar con la mala fe. Ello me ha llevado a pensar sobre lo que realmente conocemos del mundo, de sus gentes, del ser humano. A raíz de ello he vuelto a releer el mito de la caverna de Platón. Hay que romper las cadenas, salir al mundo exterior y ver el mundo real. Para ello sólo despojándonos de nuestras antiguas opiniones -prejuicios- y conocimiento y abriendo nuestra mente, podremos volver para explicar lo que pasa ahí fuera. Se acabaron las sombras, las apariencias, hay que ir directamente al conocimiento de las ideas. Sin embargo, sólo aquél que tenga el valor de romper las cadenas podrá acceder a ese conocimiento. Los cobardes morirán encadenados a su ignorancia. Empieza a ser hora de aplicar la duda metódica cartesiana. Quizás este mito sirva para arrojar luz sobre el dilema propuesto por Ferrigato.


Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.

- Ya lo veo-dijo.

- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.

- ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!

- Iguales que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?

- ¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?

- ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?

- ¿Qué otra cosa van a ver?

- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?

- Forzosamente.

- ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que veían pasar?

- No, ¡por Zeus!- dijo.

- Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.

- Es enteramente forzoso-dijo.

- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?

- Mucho más-dijo.

II. -Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra .?

- Así es -dijo.

- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?

- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.

- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.

- ¿Cómo no?

- Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que. él estaría en condiciones de mirar y contemplar.

- Necesariamente -dijo.

- Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.

- Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.

- ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?

- Efectivamente.

- Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?

- Eso es lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.

- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?

- Ciertamente -dijo.

- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?.

- Claro que sí -dijo.

III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del. sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la. región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.

- También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo.
      Platón. El mito de la caverna (República, VII)
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