Dura vida… Pura vida : PANTA REI

28 septiembre 2007

Dura vida… Pura vida

Martín solía jugar a desdoblar su personalidad y a que una de ellas se colase subrepticiamente en lo más profundo de su ser para sorprender a su otro yo, a él mismo, pensando: pero cómo eres tan altruista y valiente, dejas todo lo conocido para lanzarte a la aventura africana durante, nada más y nada menos, tres años, dejas atrás a todo tu entorno, tu vida cómoda y fácil de occidental para abocarte a la permanente incertidumbre y, encima, todo ello por un objetivo filantrópico y de amor al prójimo. Martín, le repetía su propio yo una y otra vez, no te reconozco, en serio, quedémonos aquí, permanezcamos al lado de los nuestros, olvidemos las aspiraciones universales, olvidémonos de la búsqueda del absoluto, del sentimiento humanista conferido por el servilismo hacia un objetivo superior, de querer dejar nuestra huella en este mundo, pasemos de puntillas por él, sin heroísmos, dejémonos llevar por el individualismo subyugante de nuestra sociedad que, al fin y al cabo, es lo único que siempre hemos conocido, nadie podrá culparnos por ello, abandonémonos al envilecimiento de los placeres que nos proporciona una ciudad como ésta, unámonos a los epicúreos cosmopolitas, a los hedonistas nocturnos, hagamos uso de la ciudad hasta marchitarla, no estamos obligados a más, no lo necesitamos, nadie puede reclamarnos que hagamos más, dejémoslo correr, hazme caso, vivamos la pura vida.

A veces Martín se sorprendía a él mismo recordando con satisfacción los golpecitos en la espalda que recibía de todos aquellos de los que se despidió antes de su viaje iniciático. Iba sintiendo las palmaditas cargadas de cariño, pero también de admiración y de ánimos. Agradecido se retiraba a su cuartucho de alquiler en el barrio de Sants, cual púgil antes de subir al cuadrilátero. Se mentalizaba sobre lo que se iba a encontrar en unos días, ya no había marcha atrás, había perdido su propia batalla.

Ya Martín empezó a sospechar algo tan pronto como posó sus pies en la tierra rojiza de la capital de aquel país africano. Algo fallaba, pues nada más aterrizar recibió una certera bofetada de los epicúreos exiliados allende las fronteras: baile, alcohol, comida en abundancia… empezaba a desconfiar de aquella gente. Y si su otro yo tenía realmente razón? Y si debería de haberse dejado a las comodidades y placeres de la vida de siempre? Las condiciones necesarias para la ascensión al reino de los mártires, para la sublimación de su alma altruista, para erigirse en un filántropo asceta digno de admiración, ninguna de ellas, se estaban dando, más bien al contrario.

Por aquel entonces Martín empezó a dudar muy seriamente del misticismo que debía rodear a aquel viaje cuando, de repente y sin esperarlo, empeoró aun más la situación al verla por primera vez. Las pulsiones más primarias arrinconaron a sus aspiraciones contemplativas en un instante. La cosa se agravó aun más cuando apareció M. Ya la cosa se empezaba a poner realmente fea, sus pulsiones se arremolinaban y cegaban su entendimiento. Fue después de ampliar su agenda social, de incluir en sus rondas nocturnas cada vez más bares, de disfrutar de barbacoas a orillas del Atlántico, después de cálidas veladas bañadas en cerveza y vino, de jadeos a media noche, de mañanas de domingo con sábanas pegadas hasta bien entrado el mediodía, de la televisión por satélite con más de sesenta canales, de los computadores portátiles de última generación, de los reproductores de música digitales, de los sábados de piscina en el Lodge Casper, de represión de impulsos con una y salvajismo en la liberación en la otra, de noches de grass y risas… cuando empezó a darse realmente por vencido. No se podía luchar contra el poder de Epicuro, ni siquiera en las profundidades de aquel país africano.

Martín había imaginado un viaje a la búsqueda de su propio Señor Kurtz y, por el contrario, se había topado con el Ignatius Railly más devastador.

Fue pensando en todo aquello que Martín soltó una sonora carcajada. Justo después se abandonó a la dura vida de aquellas latitudes.

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4 comments: on "Dura vida… Pura vida"

mon-i-caca (o andrea) dijo...

trol...no ho entenc...q vols dir? q has dixat d sentir i ets feliç així? explica'm-ho...

Ruben Villanueva dijo...

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. El autor no se hace responsable de la decadencia de los personajes aparecidos en este Blog, al haber tenido lugar su epifanía en horas intempestivas y en condiciones de más que dudosa validez ética y moral.

Anónimo dijo...

M'agrada la teva sexualitat...
Tens uns pits molt bonics...hip...
sdhlghbjk hñghañsdgf ñhgdsñ

guarra!!

Ruben Villanueva dijo...

Joshuaaaa, ja pensaba que havies desaparegut empés per l'ego del Joy. Veus com quan vols pots ser polit i educat? Només t'has d'esforçar una mica. Sabia que tu copsaries l'essència d'aquest relat.