Teruel Existe... Aunque no en Angola : PANTA REI

15 abril 2009

Teruel Existe... Aunque no en Angola

Uno de estos días pasé un rato intentando encontrar las similitudes entre la realidad del mundo rural angoleño y la de allí de España.

Llevamos ya casi dos meses realizando junto con el gobierno de Angola un catastro actualizado de las fazendas (haciendas, en castellano) en uno de los municipios cerca de Lubango. Dos meses recorriendo los perímetros de las fazendas, de hasta 200 hectáreas, haciendo los croquis y el inventario de los recursos naturales y cultivos que allí se encuentran.

Ayudados por un GPS, tiramos los puntos de los límites de los terrenos (tal y como se aprecia en la foto) para después informatizar los datos y tener un catastro actualizado. Y claro, no siempre los marcos de los límites son de fácil acceso. Quizás ahora que por fin han acabado las lluvias, ya no me llegue más el agua hasta casi la cintura, quizás ya no tenga que cuidarme de no pisar una cobra a cada paso. Sin embargo, las malditas hormigas continuarán trepando por mi pierna, por debajo del pantalón, hasta que decidan comenzar a machacarme a mordidas. Las temidas hormigas bisonte seguirán amenizando las largas caminadas por el “mato”.

Investigando cada terreno junto con el fazendeiro uno va viendo la cantidad de conflictos sobre la tierra que suceden a diario. Invasiones de terrenos, conflictos de herencias entre tíos y sobrinos, hermanos, vecinos... Una lista interminable de “incomprensiones”, término que al principio me sorprendía un poco que utilizaran los propios actores de los conflictos. Si una cosa he aprendido en este tiempo es que nunca existe un conflicto como tal. Aunque se estén tirando los trastos a la cabeza frente a ti o amenazándose de muerte a cada momento, nunca existe conflicto, quizás algunas “incomprensiones” o alguna disputa, pero nada más.

Pues en eso iba yo recordando las historias del pueblo de mi padre, Fuen del Cepo, allá en Teruel. Nada que envidiar tienen estas “incomprensiones” con aquellas turolenses.

Comparando iba yo aquellas reuniones en el local social del pueblo (por llamar de alguna manera a aquel especie de establo recuperado para espacio comunitario) con los encuentros bajo el árbol de aquí. La organización del pueblo dejaba tanto que desear que más de uno se avergonzaría al ver el nivel de organización social que tienen estas comunidades. A diferencia de los asistentes a aquellas reuniones de verano (pues sólo durante aquel corto periodo Fuen del Cepo contaba con toda su población, llegada de las ciudades en busca de un descanso estival), todos resabidos y alborotadores profesionales, los de estas comunidades están excelentemente organizados. Las autoridades tradicionales aun funcionan a pleno rendimiento, rigiendo el rumbo de las discusiones y repartiendo calma entre el personal. Aun me acuerdo yo de aquella algarabía en Fuen del Cepo cuando uno decía una cosa y el resto gritaba y desacreditaba toda su argumentación.

Cuánto ridículas me parecían por entonces las disputas por tierras que, por aquellas latitudes, poco valor tienen, ni comercial ni sentimental, pues la despoblación que sufre el campo turolense (como en el resto de España) ha convertido la mayoría de zonas en terrenos baldíos. Aun recuerdo mi estupefacción cuando mi padre me contaba que un vecino le había amenazado de muerte porque la asociación del pueblo quería ampliar el local social en un terreno que, aparentemente, le pertenecía. Como mi padre fue el encargado de hacer las gestiones en el catastro para esa actividad, recibió en troco un buen abanico de amenazas. En aquella cuestión de tierra, nada valía el grado de escolarización del vecino, como tampoco su status de exitoso hombre de negocios. Mucho tienen que ver los métodos de por allí con los de aquí, pero mientras que aquí las comunidades cuentan con mecanismos internos de resolución de conflictos, antes de llegar a la justicia ordinaria, las comunidades españolas ya no cuentan con esos mecanismos, más allá de la justicia formal.

Si bien es verdad que la violencia es violencia en ambos casos, creo que las diferencias de poder entre los actores, aquí en Angola marcan la diferencia mucho más decisivamente que en España. La diferencia de poder juega a favor de los más fuertes (normalmente los fazendeiros) en detrimento de los más débiles (los pequeños agricultores), pues tienen los medios para presionar con la justicia formal, canal que los más débiles no pueden permitirse, pues ni tienen los medios financieros ni el nivel cultural suficiente como para acceder a ella. En el caso del vecino de Fuen del Cepo contra el Sr. Benjamín, ambos ostentaban el mismo poder, el mismo status, más o menos el mismo nivel cultural, la misma capacidad (tanto financiera como cultural) para recurrir al mecanismo de resolución que más les conviniera. Y sin embargo, uno de ellos acababa recurriendo a la amenaza como última instancia.

Hasta ahora he visto en Angola alguna que otra “incomprensión” solucionada a través del diálogo aunque, desgraciadamente, muchas otras donde el más fuerte doblega al más débil.

Respecto al caso de Fuen del Cepo, el catastro dio la razón al vecino, pues aquella área realmente le pertenecía. Así, el interés individual se impuso al interés colectivo. Una vez más. Algo tan simple como la consulta de un catastro actualizado solucionaría más de un problema aquí en Angola. Y eso es, precisamente, para lo que van a servir mis heridas causadas por las hormigas, y mis pantalones llenos de barro, y mi miedo a las cobras. Por algún punto se tiene que empezar. Porque, aunque Teruel exista, existe lejos, muy lejos de aquí.

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