El Continuo Devenir de las Cosas : PANTA REI

13 septiembre 2009

El Continuo Devenir de las Cosas

Tengo 30 años y a lo largo de toda mi vida no habré asistido a más de diez funerales.

En esto de la cooperación internacional estamos bien acostumbrados a recurrir constantemente a estadísticas e informes para mostrar la realidad de los contextos en los que trabajamos. Desafortunadamente, los números siempre se quedan en la abstracción y vagamente nos conectan con la realidad.

Pues bien, la tasa de mortalidad es una de esas variables con las que tanto nos gusta jugar. Sin embargo, para (de)mostrar esa relación entre un número abstracto y el sufrimiento real, basta con pasar una breve temporada en un país africano cualquiera. Pongamos por ejemplo, Angola.

Hace dos días estaba en una boda, comiendo, bebiendo, cantando, bailando y riendo. Hoy, estaba en un funeral, también comiendo, bebiendo y cantando, pero ahora sin baile y con algunas risas menos.

En Angola la muerte es algo palpable, algo que ocurre a cada momento y que afecta con demasiada frecuencia a cada individuo. Aquí, los funerales (óbitos, en portugués) son la segunda causa de absentismo laboral, la primera, evidentemente, son las enfermedades (o “incomodidades”, como dicen por aquí: oi chefe, hoje não vou poder ir a trabalhar, pois estou incomodado). Para un neoliberal ésta es una de sus peores pesadillas, pues los óbitos duran entre dos días y una semana, lo que supone un duro golpe para la productividad del país. Me extraña que a nadie de la OMC, del BM o del FMI se le haya ocurrido aún proponer la abolición de los óbitos en los países menos desarrollados.

Esta tarde, sentado allí en el patio de la casa del compañero Batuque, intentaba averiguar el intríngulis del rito y lo comparaba con nuestra tradición allí en la península. Mi conclusión: la muerte se lleva aquí con mucha más calma, menos dramatismo, más relativismo y más resignación. Todos podemos hacer un rápido ejercicio mental para darnos cuenta de lo enormemente dramáticos que somos los españoles (lo que, seguramente, podría hacerse extensible a todos aquellos países que ocupan los primeros puestos en esas listas de estadísticas, precisamente por registrar sus valores mínimos en relación a algunas tasas, como la de mortalidad) respecto a la muerte: intentad contar el número de funerales a los que habéis asistido a lo largo de vuestra vida o de las muertes de personas cercanas que os han afectado (excluyendo el apartado de sucesos de los noticiarios, claro); seguramente el resultado no será muy distinto del mío (aunque todo dependerá de vuestra edad). Ahora, reflexionando sobre la realidad angoleña. Un ejemplo ilustrativo: la mayoría de actividades que realizamos aquí en la FAO con las comunidades rurales siempre ven mermada su participación por causa de uno u otro entierro, y a veces por más de uno a la vez. Casi siempre nos hemos topado que en alguna comunidad vecina o en la propia ha habido alguna muerte a cuyo funeral los beneficiarios tenían que asistir. Puede parecer que la mayor mortalidad se da en el ámbito rural, pero la situación se repite en la ciudad en igual o mayor medida.

La cuestión era que esta vez la guadaña se había cebado con una pequeña de un año y medio. Vómitos y diarreas durante una semana habían conducido al fatal desenlace. El diagnóstico era más que incierto: creemos que ha sido el cambio de agua o de temperatura entre Lubango y Benguela, pero no sabemos. La incertidumbre siempre es la respuesta de los médicos. Los malos diagnósticos y la falta de tratamiento (o, simplemente, uno inadecuado) se han llevado ya a muchos angoleños. Nadie pide responsabilidades ni busca culpables. La pérdida es asumida con dignidad y resignación, como ya se hizo en el pasado y como se tendrá que continuar haciendo en el futuro. La realidad de las estadísticas se traduce así de esta forma en estas gentes resignadas a continuar con el imparable ciclo de la vida.

Lo que más me admira de estas gentes es su fuerza y su dignidad. ¿Alguien se puede imaginar el dramatismo de la repentina muerte de una hija de tan solo un año y medio? ¿Los lloros y las lágrimas de los más allegados? ¿Las recriminaciones a médicos y hospitales por no saber qué le pasaba a nuestra pequeña? ¿El duro futuro al que se enfrentan sus padres y familiares? Quién sabe si es debido a los 30 años de guerra, muerte y destrucción que se vivieron en Angola, o si es la consecuencia de la fe inculcada por la religión foránea y socializadora, o si, simplemente, debido a la falta de alternativa y de escapatoria de esta realidad, pero la verdad es que estas gentes asumen de una forma mucho más entera y menos apocalíptica de lo hacen nuestras sociedades más al norte.

No sé, vamos ver mañana. Por lo pronto, a lo largo de toda esta noche el óbito continúa allí, en el patio de la casa, alrededor de un gran fuego, de un plato de comida y de una bebida y al sonido de los cantos de las mujeres. Aun a pesar del frío de la noche, creo que continúa siendo un ambiente mucho más cálido y acogedor que los fríos y asfixiantes tanatorios que he conocido hasta ahora. Quizás deberíamos cambiar de nuevo las vitrinas de cristal del tanatorio por la cama del desaparecid@, quizás deberíamos volver a la vieja usanza, a un pasado, por otra parte, no muy lejano.


Digg Google Bookmarks reddit Mixx StumbleUpon Technorati Yahoo! Buzz DesignFloat Delicious BlinkList Furl

0 comments: on "El Continuo Devenir de las Cosas"